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Un reciente estudio del Instituto Gund, perteneciente a la Universidad de Vermont, afirma que los bosques son un recurso que ha sido ignorado en la lucha contra la deficiencia de micronutrientes, y sugiere que la reacción común ante la desnutrición en muchos países en desarrollo –tala de bosques para elevar la producción de los cultivos básicos– limita las posibilidades de contar con una dieta diversa.
La deficiencia de micronutrientes afecta aproximadamente a dos mil millones de personas en todo el mundo, y a pesar de que con frecuencia los síntomas pasan desapercibidos, sus impactos negativos en la salud son significativos. Los síntomas incluyen la reducción en el desarrollo cognitivo y físico, y tasas elevadas de morbilidad y mortalidad infantil. La deficiencia de vitamina A, por ejemplo, está fuertemente ligada a enfermedades diarreicas, la segunda causa de mortalidad infantil a nivel mundial.
Esfuerzos de conservación relacionados con los nutrientes podrían ayudar a solucionar este desafío: los productos del bosque no sólo son fuente de micronutrientes esenciales, también generan un ingreso adicional que puede invertirse en la producción agrícola o el consumo de alimentos nutritivos. Los bosques ofrecen también un hábitat para los polinizadores, cuyo papel es fundamental en la producción de cultivos de calidad, frutas y vegetales.
UN ARGUMENTO PARA LA CONSERVACIÓN
La investigación de la Universidad de Vermont no es la primera en establecer una conexión entre los bosques y una dieta diversa –pero es uno de los escasos estudios que respaldan esta conexión con cuantiosos datos a nivel global.
Utilizando una base de datos administrada por el Programa de Encuestas Demográficas y de Salud de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el estudio analiza información de 43 mil hogares localizados en 27 países y cuatro continentes.
Con el objetivo de superar las limitaciones de la mayoría de los estudios previos, que tienden a estar basados en correlaciones simples o estudios de casos únicos, el análisis incluyó variables que podrían restringir los impactos de los bosques en el consumo de nutrientes: proximidad a mercados y caminos, y niveles de educación.
Los datos revelaron un resultado sorprendente: los niños que viven en áreas cercanas a bosques tienen una dieta al menos 25 por ciento más diversa que aquellos que viven lejos de ellos –lo que sugiere que los bosques pueden reducir sustancialmente la deficiencia de micronutrientes. “Este es un resultado poderoso con aplicaciones prácticas”, aseguró Taylor Ricketts, Director del Instituto Gund y autor sénior del documento. “Es comparable a los impactos de algunos programas agrícolas con enfoque nutricional”.
Amy Ickowitz, líder del equipo de investigación sobre Paisajes Sostenibles y Alimentación del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), quien ha llevado a cabo investigación similar (vea aquí y aquí), valoró positivamente el estudio. “El informe refuerza los resultados de anteriores investigaciones que muestran que los bosques están relacionados con mejores dietas, y el hecho de emplear una metodología diferente y llegar a la misma conclusión nos da la certeza de que los resultados son sólidos”.
ENFOQUES INTEGRADOS
La conservación de bosques y los esfuerzos para mejorar la nutrición y la salud raramente han estado alineados. Pero los resultados muestran de forma clara que además de ayudar a los medios de vida, mitigar el cambio climático y proteger a la biodiversidad, la conservación de los bosques podría ser una herramienta importante que apoye los esfuerzos para encontrar una solución a la desnutrición en países en desarrollo.
Los autores del estudio de Vermont afirman que los esfuerzos de conservación de los bosques deberían complementarse con programas agrícolas enfocados en la nutrición como parte de una estrategia integral en la lucha contra la deficiencia de micronutrientes –por lo tanto, dejar atrás iniciativas que sólo tienen como objetivo incrementar la producción de cultivos básicos y promover aquellas que busquen extender la gama de nutrientes que los niños y sus familias consumen.
El reporte sugiere que “al colaborar de manera más cercana, expertos y profesionales de conservación y salud pública pueden incorporar mejor las metas de nutrición en los esfuerzos de conservación, así como diseñar e implementar acciones para lograr estos objetivos”.
Sin embargo, la colaboración puede ser un desafío, particularmente a nivel nacional: “Con frecuencia, las personas a cargo de tomar decisiones relacionadas con los bosques y el uso de la tierra no interactúan con sus colegas que trabajan en temas agrícolas, y aún menos con colegas de las áreas de nutrición y salud”, dijo Ickowitz. “Muchos de los que trabajan en temas forestales no piensan realmente en asuntos de dieta y nutrición, y no es parte de su competencia”.
Lograr que los resultados de una investigación se traduzcan en políticas también podría ser difícil. Mientras que el estudio de Vermont es un primer paso para convencer a quienes diseñan políticas públicas de que la relación entre los bosques y nutrición es real, aún se requiere más información.
“No creo que estemos en el punto donde claramente entendemos esta relación de una forma completa”, asegura Ickowitz. “A pesar de que las personas que viven cerca de los bosques parecen tener mejores dietas, todavía no sabemos qué alimentos están consumiendo, o si éstos provienen realmente de los bosques –por ejemplo, podría ser que la gente que vive cerca de los bosques practica diferentes tipos de agricultura, comparado con aquellos que viven lejos de ellos, y son estas prácticas las que los llevan a tener mejores dietas”.
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