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Con solo 12 años para limitar el calentamiento global, urge ir mucho más rápido y en otra dirección

08 enero 2019

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Estamos en la ‘era de la adaptación’ al cambio climático, aseguró la presidenta de Conservación Internacional, Jennifer Morris, en el evento paralelo de Global Landscapes Forum (GLF), llevado a cabo durante la COP 24 en Katowice, Polonia, el pasado 9 de diciembre. Y aún así, estamos viendo un crecimiento en proyectos y modos de pensar enfocados en ‘el corto plazo’, en lugar de pensar en el valor de largo plazo para el futuro del planeta.

“Necesitamos mejores modelos, que ofrezcan beneficios duraderos para los ecosistemas y para las personas”, dijo.

El evento se enfocó en la acción climática en diferentes aspectos relacionados con los paisajes, como son  biodiversidad, pueblos indígenas, Reducción de Emisiones provenientes de la Deforestación y la Degradación de Bosques (REDD+), y la restauración de los paisajes forestales.

La meta de la reunión fue recalcar la necesidad de priorizar nuevamente el valor de los paisajes, y como consecuencia, la importancia de invertir en ellos.

Robert Nasi, Director General del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), señaló que a nivel mundial se invierte tres veces más en la producción de armas que en esfuerzos de restauración. Aún con el plazo límite de 12 años establecido en el reporte especial del IPCC para limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius, pareciera que estamos corriendo, pero en el mismo lugar, haciendo referencia a Alicia en el País de las Maravillas.

“Si queremos salir de este hoyo y llegar a algún lugar, debemos acelerar al doble”, dijo Nasi.

Las conversaciones sobre cambio climático no le prestan suficiente atención a la biodiversidad, sostuvieron los ponentes del primer panel de discusión.

“No vamos a resolver la crisis climática porque primero vamos a atravesar una crisis relacionada con la biodiversidad, y porque las conversaciones sobre la protección y el aumento de la biodiversidad en los paisajes se dan en diferentes esferas y convenciones que aquellas que discuten el cambio climático”, dijo Virginia Young  del grupo de trabajo en Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés).

La mejor oportunidad para integrarlas podría ser incorporarlas en esfuerzos para fortalecer los derechos de la tierra, tenencia y medios de vida de los protectores primarios de la naturaleza: los grupos indígenas.

Investigaciones han mostrado que las tierras comunitarias e indígenas de 64 países almacenan 293 gigatoneladas de carbono; pero en los trópicos, al menos una tercera parte de los bosques y el carbono que almacenan están en riesgo debido a la falta de seguridad de los derechos a la tierra.

Durante la COP 24 se destacó y aplaudió el rápido progreso de la Plataforma de las Comunidades Locales y los Pueblos Indígenas, creada durante la COP 23; y se dio a conocer que en el próximo año se creará un grupo de trabajo para elaborar un plan de dos años.

La Plataforma se enfoca principalmente en tres áreas: conocimiento de los pueblos indígenas, su capacidad de participación, y su rol en las políticas y acciones relacionadas con el cambio climático.

“Cuando naces indígena, inevitablemente naces envuelto en temas de políticas y cambio climático” afirmó Annie Te One, catedrática de la Universidad Victoria en Wellington, quien hizo un llamado para que los derechos indígenas sean incluidos en mayor medida dentro de la políticas internacionales.

Stanley Kimaren ole Riamit del Portal de Cambio Climático de los Pueblos Indígenas (ILEPA) estuvo de acuerdo, y agregó que es más importante ver cambios en las políticas nacionales, ya que la gobernanza a nivel de país tiene un efecto más directo en las comunidades que los compromisos globales.

Asimismo, destacó el pilar de la Plataforma relacionado con el conocimiento, y explicó que debe tomar en cuenta las diferencias de género en el conocimiento de hombres y mujeres, así como documentar el conocimiento que se transmite principalmente por vía oral.

Documentar la propiedad de la tierra de los pueblos indígenas también requiere atención urgente. Se encontró que de 9.6 millones de hectáreas de territorios de pueblos indígenas mapeados en Indonesia, 1.9 millones de hectáreas ‘no estaba sobrepuestas’ con concesiones y ‘cumplían’ con las regulaciones. Pero el gobierno ha reconocido formalmente sólo 25,000 hectáreas del área total.

“La diferencia es todavía muy grande”, dijo Mina Setra, de la Alianza de Pueblos Indígenas del Archipiélago (AMAN, por sus siglas en indonesio).

Esta diferencia conlleva un aumento de los peligros para los pueblos indígenas que defienden sus derechos territoriales, especialmente en zonas mineras, dijo Charlotte Streck, cofundadora y directora de Climate Focus, empresa que publica evaluaciones anuales de las 10 diferentes metas de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques y que este año publicó el reporte de la Décima Meta, relativa a la gobernanza y los derechos.

De acuerdo al documento, hay un mayor avance en temas de derechos, pero éste es lento y comenzó con una línea base muy baja; por lo que aún queda una enorme necesidad de registrar los derechos y asegurarlos.

“El paso más importante consiste en dar derechos, y derechos sólidos, a las comunidades indígenas”, señaló  Streck, y agregó que es importante particularmente para las mujeres, quienes han tenido que luchar más que los hombres para defender su derecho a la tierra.

“La buena noticia es que a pesar del hecho de que los pueblos indígenas han sufrido impunemente y han sido criminalizados, continúan luchando”, afirmó Victoria Tauli-Corpuz, Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Además, enfatizó el hecho de que los derechos puedan ser usados como un marco para permitir que las acciones relacionadas con el clima avancen.

En Ecuador, los derechos de la naturaleza, por sí mismos, reciben la misma atención. Ecuador es el primer país que garantiza en su constitución los derechos de la naturaleza, de la misma forma que lo hace con los derechos humanos.  Según Stephanie Ávalos, asesora política, esto ha llevado al éxito a los esfuerzos ambientales: “REDD+ se convirtió no sólo en un proyecto o programa, sino en una política”.

Con frecuencia, a la restauración se le considera de manera errónea como sólo reforestación, pero Alan Kroeger, de Climate Focus, sostiene que los conceptos de productividad, servicios de los ecosistemas y usos múltiples de la tierra deberían también incluirse en el término. Por ejemplo, un programa del oeste africano que busca hacer que la industria del cacao sea ‘amigable con el ambiente’, gira alrededor de mantener bosques en pie y contar con bosques para restauración, al tiempo que contribuye a la agroforestería, promueve el interés por parte del sector privado y ayuda a transformar las cadenas de oferta global, al integrar al producto dentro de los compromisos nacionales y proyectos de REDD+.

A una década del inicio de REDD+, un nuevo libro evalúa extensamente los progresos logrados hasta el momento. Los autores concluyen que los impactos del programa han sido modestos y que se necesitan iniciativas ambiciosas y audaces, especialmente para encaminar los trillones [de dólares] de financiamiento para reducir las emisiones.

“Después de 10 años, ¿qué hemos aprendido? No tanto como queríamos” dijo Arild Angelsen, profesor de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida y asociado sénior de CIFOR, quien lideró la publicación.

Por su lado, Stibniati Atmadja, investigadora de CIFOR y quien se especializa en el financiamiento que recibe el programa, aseguró que hay diferencias enormes en los datos reportados sobre las contribuciones de los países en desarrollo a los proyectos de REDD+, al poner muchos recursos en especie que luego quedan sin documentar.

“Esto necesita cambiar, para entender el paisaje del financiamiento climático y la relación entre países y donantes. La negociación no se da en términos de igualdad”, dijo.

Oradores en la sesión de cierre del Foro destacaron una vez más la importancia de la advertencia hecha por el reporte especial del  IPCC y las acciones que deben llevarse a cabo no sólo en los paisajes, sino en los corazones y las mentes.

“Tenemos que cavar profundo y descubrir qué  más podríamos estar haciendo”, concluyó Jennifer Morgan, Directora Ejecutiva de Greenpeace.

Mette Wilkie, Jefa de Políticas y Recursos la División Forestal de la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hizo eco de las declaraciones de Nasi: “No sólo necesitamos correr más rápido, necesitamos hacerlo en otra dirección”.

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