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Ochenta por ciento de lo queda de la biodiversidad en el mundo y cerca de dos tercios de las áreas más silvestres se ubican en tierras en posesión de personas cuyos ancestros vivieron allí antes. Dado que los pueblos indígenas sólo son aproximadamente el 3 por ciento de la población mundial, esas estadísticas resultan especialmente sorprendentes, señaló Stephen Garnett, científico de la Charles Darwin University , en la conferencia anual del Global Landscapes Forum en Bonn, Alemania en diciembre pasado. Más aún, añadió que los bosques manejados por los pueblos indígenas están, en promedio, en mejor estado que aquellos administrados por los gobiernos.
Los números ofrecen argumentos convincentes sobre el por qué “los pueblos indígenas tienen que ser parte de todas nuestras conversaciones sobre futuros sostenibles”, afirmó. Pero los números por sí mismos no resultan suficientes y las historias también son importantes.
El Héroe del Paisaje y ganador del Right Livelihood Award (Premio al Sustento Bien Ganado o Premio Nobel Alternativo, en español) Yacouba Sawadogo compartió su historia personal de cómo consagró su vida para revivir las prácticas tradicionales -hileras de piedras de cordorns pierreux y excavación de hoyos zaï para recoger la lluvia- con la finalidad de irrigar tierras azotadas por la sequía en el norte de Burkina Faso para volverlas fértiles nuevamente. “Renuncié a todo, mi tiempo y mis pertenencias para dedicarme por completo a la tierra”, dijo.
“No he tenido la opción de construirme una casa adecuada y a pesar de tener 75 años, sólo poseo un burro y una carreta. Mi única riqueza es el bosque que planté”.
Janine Yazzie de Sixth World Solutions, una consultoría para las comunidades de la tribu nativo americana Navajo, explicó por qué las formas indígenas para el manejo de la tierra parecen funcionar tan bien y tan ampliamente.
“Una parte clave de nuestro éxito es el manejo comunitario y el conocimiento ecológico tradicional que hemos transmitido por generaciones, para mantener esas prácticas de convivencia en equilibrio y honrando nuestra relación con todas las formas de vida en nuestros ecosistemas”, acotó.
Y estas comunidades indígenas tienen integrantes cuyas prácticas van más allá de ser sólo sostenibles, ya que están también cargadas de significado, enfatizó.
Mientras que los proyectos de las organizaciones externas frecuentemente tienen marcos concebidos en gran medida para monitorear y evaluar cualquier cambio en los paisajes, por largo tiempo las comunidades indígenas han contado con sus propias maneras de hacer lo mismo, refirió Celia Witehera, del Pacific Indigenous and Local Knowledge Centre of Distinction (Centro de Distinción del Conocimiento Indígena y Local del Pacífico), Te Kopu . Witehera describió el resurgimiento de los indígenas maoríes en Aotearoa, Nueva Zelanda, con el uso del conocimiento ecológico tradicional (TEK, por sus siglas en inglés) para abordar desafíos contemporáneos, tales como la invasión de una planta patógena que afecta al kauri, una especie de árbol nativo. También recalcó que la integración del TEK en las políticas y planificación nacionales no supone sólo tomar ese conocimiento para que otros lo usen, sino que “reconocer que existe… y permitir que haya un espacio para el diálogo, debido a que [los pueblos indígenas] tienen los derechos de propiedad intelectual de ese conocimiento y sólo ellos pueden brindarlo. “Este es nuestro lenguaje científico, que hemos creado para nosotros y por nosotros”, afirmó.
SENTIDO DE SEGURIDAD
Sin embargo, a pesar del éxito de los pueblos indígenas en el manejo de sus tierras, la obtención y mantenimiento de los derechos legales para realizar esa tarea resultan sumamente complicados, explicó Yazzie. Cincuenta por ciento del área terrestre total del planeta (con exclusión de la Antártida) está en manos de pueblos indígenas y comunidades locales, según un reciente estudio realizado por Rights and Resources Institute – pero únicamente el 10 por ciento de ese cifra está legalmente reconocido. Más aún, al menos un tercio del carbono contenido en los bosques tropicales y subtropicales se encuentra en tierras que están en posesión de las comunidades locales de manera informal, pero no legalmente reconocidas como su propiedad, dijo la investigadora Anne Larson durante el foro de discusión.
“Entonces, ahí tenemos un problema”, advirtió Larson, quien trabaja para el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Larson añadió que “tenemos que volver a este tema de asegurar los derechos. Y específicamente, los derechos a la tierra, territorio y recursos”.
No obstante, asegurar estos derechos no es tan sencillo como ponerlos en papel, anotó Larson. En Latinoamérica, donde ella desarrolla bastante de su trabajo, la titulación de tierras es un paso importante. “Pero siempre hay una reacción, siempre hay alguien que quiere acceso a esos recursos, acceso a esa tierra”, dijo.
“Por lo tanto, la única forma de defender los derechos no es sólo otorgar títulos, sino construir movimientos sociales y abogar por derechos reales y seguridad para los pueblos indígenas”.
PUNTOS DE PARTICIPACIÓN
Asegurar la participación activa es una de las piezas del rompecabezas. De acuerdo a Larson, ya existe un repertorio completo de procesos participativos que podrían desarrollarse, pero “a veces no creo que realmente estemos tomando en cuenta algunas de las lecciones del pasado en estos nuevos lugares,” mencionó. La participación verdadera requiere de un cambio de poder: “Existe una diferencia real entre llevar a alguien a la mesa de conversaciones y llevarlo a la mesa con el poder para verdaderamente tomar decisiones,” aseguró Larson. “Y eso implica deshacer las instituciones de desigualdad”.
Katherine Mana-Galido de NTFP-EP Filipinas citó a un líder indígena de su país que preguntó a las entidades gubernamentales durante una conferencia reciente: “¿Por qué siguen invitándonos a las conversaciones sobre los proyectos si al final del día no dependerá de nosotros decidir cuáles serán implementados?”
Nathan Makuregye de Pro-Biodiversity Conservationists en Uganda, comentó que ha sido complejo adaptar los programas de desarrollo y restauración para que los indígenas de su país puedan participar en ellos. La mayoría es iletrada y no está muy familiarizada con la tecnología, lo que a menudo la relega en las discusiones y negociaciones.
También explicó que, a veces, las prácticas tradicionales se interponen. En Uganda, las mujeres y los jóvenes son tradicionalmente excluidos de la toma de decisiones y de la tenencia, a pesar de que son las mujeres quienes especialmente se dedican a la mayor parte del manejo forestal y de tierras en la zona. Sin embargo, eso no quiere decir que más inclusión no sea posible.
Zipporah Matumbi, lideresa comunitaria keniana que movilizó exitosamente a las personas para plantar 300 hectáreas de tierras degradadas en los bosques locales de Monte Kenya, superó las ideas tradicionales que señalan que sólo los hombres pueden plantar árboles y tener tierras. En su caso, fueron efectivas simplemente la convocatoria a otras mujeres a su trabajo de restauración desde el principio y luego la prueba de su éxito.
“Cuando los directivos en mi zona se dieron cuenta de mi éxito en la restauración de las áreas degradadas, empezaron a invitarme a sus reuniones para conversar sobre el medio ambiente”, aseveró.
Sin embargo, las comunidades locales nunca podrán impulsar la restauración si no pueden mantenerse a sí mismas ni cosechar los beneficios de su trabajo. En este sentido, los gobiernos deben ayudar a eliminar los obstáculos para que los negocios locales prosperen, aseguró Mana-Galido.
Ella trabaja con indígenas filipinos para desarrollar y fortalecer negocios comunales sostenibles, que se basan en productos forestales no maderables, tales como miel, resina, mimbre y plantas medicinales. Pero, a pesar que las comunidades tradicionalmente tienen la posesión de esos recursos, aún necesitan obtener permisos oficiales del gobierno para acceder a ellos. Y estos permisos son costosos de conseguir y renovar. Makuregye también describió el conjunto de cuestiones que enfrentan las comunidades indígenas en su país, como la migración transfronteriza, los grupos rebeldes y el contrabando de oro.
“No podemos abordar el cambio climático sin tomar en cuenta las desigualdades políticas, sociales, medioambientales y económicas en nuestras comunidades”, recalcó Yazzie.
Larson destacó la tendencia de algunas iniciativas internacionales de gran envergadura que tratan de evitar involucrarse con políticas locales y nacionales “desorganizadas”, pero advirtió que “esas políticas son a menudo los factores que realmente limitan los resultados que estamos tratando de lograr”.
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