Los incendios forestales avanzan en Chaparrí. Foto: cortesía de Javier Ruiz

El héroe del Chaparrí continúa su lucha por los bosques secos del Perú

El defensor ambiental Javier Ruiz Gutiérrez mantiene su cruzada para proteger un 'pulmón' nacional de la agroindustria y los traficantes de tierras
20 octubre 2020

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Javier Ruiz Gutiérrez recibió el título de Héroe del Paisaje 2019 del Global Landscapes Forum.Ayúdanos a elegir al Héroe 2020: vota aquí. El ganador será anunciado en la Conferencia Digital GLF Biodiversity, del 28 al 29 de octubre.

Un día de 2015, habitualmente caluroso como es siempre en el noroeste de Perú, Javier Ruiz Gutiérrez sintió frío. El frío inusual, casi premonitorio, lo llevó a vestirse con una chaqueta con capucha para ir a trabajar. Cuando llegaba a la puerta de su oficina, una voz gritó su nombre desde un automóvil, pero al no reconocer a la persona Ruiz avanzó justo a tiempo para evitar los disparos que intentaron apagar su vida. La capucha, ahora sabe, hizo que no fuera blanco fácil.

El ataque, perpetrado por asaltantes desconocidos, fue solo parte de una batalla en curso que Ruiz y sus compañeros defensores del medioambiente continúan librando para preservar un rincón natural poco conocido del Perú.

Tierra adentro de la costa del Pacífico, los bosques tropicales secos de la región Lambayeque cubren un paisaje rocoso de matorrales verdes y marrones. El enclave natural es parte del área Tumbes-Chocó-Magdalena, un punto de alta biodiversidad marcado por largas temporadas secas que alberga especies en peligro de extinción. Aquí se concentra un gran número de ejemplares de la pava aliblanca, especie que se creía extinta pero que ahora crece lentamente en número, así como una de las poblaciones silvestres más grandes del oso de anteojos, la única especie de oso nativa de América del Sur y que inspiró la creación del popular oso Paddington. También habitan en estas tierras el cóndor andino, pumas, guanacos y osos hormigueros.

Sin el trabajo de personas como Javier Ruiz, es posible que estas especies ya hubieran desaparecido. Por ello, en 2001, para proteger mejor este paisaje, la comunidad campesina de Santa Catalina de Chongoyape logró crear la primera área de conservación privada del Perú. El triunfo se debió en gran parte a las campañas de promoción y divulgación de activistas como Ruiz sobre la importancia ecológica del área, así como su trabajo para educar a los miembros de la comunidad sobre el valor de conservar su paisaje nativo a través del ecoturismo, agricultura y la forestería sostenibles en lugar de abrirlo al “desarrollo”.

La Reserva Ecológica Chaparrí abarca unas 34 000 hectáreas de tierra, está protegida legalmente del desarrollo y confiada al manejo local por la comunidad y la organización de conservación “Asociación Naylamp”.

Sin embargo, otros tenían (y aún tienen) intenciones diferentes para estas tierras. Grandes negocios agrícolas, organizaciones criminales de tráfico de terrenos e invasores se instalaron en el lugar con el objetivo de apoderarse de estos bosques, a pesar de su designación oficial como área protegida. Su principal impulso busca la construcción de una polémica represa de agua, a pesar de que el Ministerio del Ambiente de Perú prohíbe el desarrollo de infraestructura en la reserva, y de que hay otra represa ubicada cerca a esta área. Pero la promesa de este plan aumentó el valor de la tierra y trajo una ola de colonos ilegales que se han asentado en las comunidades locales.

Al parecer, respaldados por agronegocios interesados ​​en la expansión agrícola, los foráneos han conseguido hacerse de derechos como parte de la comunidad local y desde entonces quemaron y despejaron aproximadamente 1000 hectáreas de bosque para plantar cultivos mientras despojaban a los lugareños de sus tierras.

“Una red delictiva organizada tiene control sobre la zona […] y los perpetradores rara vez enfrentan consecuencias legales”, declaró Mar Pérez Aguilera, activista de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, al periódico The Guardian en 2018.

Ruiz y otros defensores ambientales han respondido a estos ataques a través del Frente de Defensa Salvemos Chaparrí, una organización dedicada a proteger la reserva.

“Tenemos un alfiler para defendernos, pero nos enfrentamos a un tanque”, dice Ruiz. “Sin embargo, con este “alfiler” hemos podido perforar y atacar, y así equilibrar las cosas”.

Como ejemplo, la comunidad campesina de Chongoyape ha formado patrullas conocidas como ronderos para evitar la entrada de colonos ilegales. Ruiz también ha compartido la historia de Chaparrí con los medios de comunicación y organizaciones de derechos humanos, ayudando así a llamar la atención sobre las luchas de una parte de Perú a menudo subestimada a causa de la atención que siempre recae en la selva amazónica.

Este éxito en la concientización sobre Chaparrí ha tenido sus propios desafíos y peligros. José Napoleón Tarrillo Astonitas, uno de los compañeros de Ruiz y defensor de la reserva, fue asesinado en 2017. Además del atentado contra su vida, Ruiz también fue arrestado y encarcelado. Mientras esperaba su libertad, organizó un pequeño grupo de internos para hacer artesanías relacionadas con Chaparrí, las cuales se vendieron para ayudar a pagar los costos legales necesarios para su absolución final. En 2019, su resistencia y compromiso con la conservación le valieron el título de  Héroe del Paisaje del Global Landscape Forum.

“A pesar de que estas situaciones pueden ser muy adversas, siempre hay esperanza, siempre existe la posibilidad de hacer la diferencia”, dice. “Ha sido muy valioso estar involucrado en el Global Landscape Forum porque te das cuenta de que no estás solo, que tu historia no es única, que eres parte de una red de personas alrededor del mundo. Eso también te da fuerza, y el coraje para seguir trabajando por el futuro”.

Para la causa de Ruiz, sin embargo, las amenazas continúan. En septiembre, un nuevo gobernador ordenó que los planes de la controvertida represa siguieran adelante. De igual manera, los foráneos siguen entrando en la reserva para talar bosques, cazar animales silvestres y apoderarse de las tierras.

A pesar de estos desafíos y los peligros personales que representan, Ruiz se compromete a seguir luchando por la preservación de la reserva y los derechos de su gente.

“Si perdemos Chaparrí, nuestra región estaría perdiendo uno de sus pulmones”, afirma. “Al defender el bosque, defendemos la vida. El principal legado que vamos a dejar a nuestras próximas generaciones es la posibilidad de que tengan acceso a un entorno adecuado, sano, limpio; la posibilidad disfrutar de la fauna en la naturaleza, y no solo poder verla en una imagen o en un museo. Eso nos motiva. No estamos solos”.

Judith Marie Sonneck, asistente de la coordinación global del Global Landscapes Forum, ayudó para la realización de este artículo.

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