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Los confines del nordeste de la India son el hogar de elefantes salvajes que desde hace mucho tiempo siguen patrones itinerantes que atraviesan las fronteras entre el subcontinente, Nepal y, en ocasiones, hacia Bután y Bangladesh. Pero, a medida que el modelo de desarrollo humano se ha adentrado cada vez más esta región, las rutas de los elefantes se han visto interrumpidas por la expansión de la agricultura y otras intervenciones humanas en su paisaje, y esto, sumado a los cambios ambientales, pone en riesgo la seguridad de sus migraciones.
“La fragmentación de los hábitats provocada por los seres humanos se ha visto agravada por el cambio climático”, dijo el profesor nepalí Madhav Karki, vicepresidente de la Comisión de Gestión de Ecosistemas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. “Pero esto puede ser mitigado mediante la gestión humana”, agregó y citó como ejemplo un proyecto del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) que ha trabajado con los usuarios locales de la tierra para reconectar los corredores naturales que sirven como carreteras a los elefantes a la par que siguen permitiendo a las comunidades utilizar los ecosistemas para la satisfacción de sus necesidades.
Esta integración cíclica de actividades agrícolas y conservación de la diversidad biológica –el reequilibrio del impacto del desarrollo humano en el medio ambiente– fue el tema de “¿Cómo pueden los paisajes gestionados contribuir a los objetivos de la diversidad biológica?”, una serie de GLF Live, llevada a cabo los días 10 y 12 de junio. Aunque los ecosistemas naturales son hábitats insustituibles, los científicos y responsables de la formulación de políticas de cuatro continentes que se reunieron en la serie GLF Live, ayudaron a descartar cualquier idea de que los paisajes utilizados por los seres humanos no son también fundamentales para la conservación de la biodiversidad, a tal punto que dejarlos de lado en los esfuerzos de conservación sería negligente.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas es la coalición internacional más poderosa de apoyo a la conservación de la variedad de la vida en la Tierra. El año pasado, cuando su Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 llegó a su fin, el Convenio realizó un balance de las 20 Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, que sirvieron como pilares del plan, y descubrió que ni una sola meta se logró por completo, y que solo seis de ellas fueron cumplidas de manera parcial.
“La tasa de pérdida de diversidad biológica no tiene precedentes en la historia de la humanidad”, afirmó la secretaria ejecutiva del CDB, Elizabeth Maruma Mrema, una frase que posteriormente tuvo gran difusión en titulares de medios de comunicación y a lo largo y ancho de internet.
Actualmente, el CDB se encuentra en las etapas finales de negociación de su nueva estrategia, el Marco Mundial para la Diversidad Biológica Posterior a 2020 (GBF por sus siglas en inglés), que será concluida el próximo año luego de los retrasos debidos a la pandemia de COVID-19. El GBF incluye una serie de nuevos añadidos con los que se espera que tenga más éxito que el marco anterior, entre ellos mecanismos específicos para el seguimiento y monitoreo de sus avances. Pero, según algunos científicos, aún tiene que ampliar su enfoque de protección del hábitat natural hacia enfoques de paisaje que incluyan paisajes agrícolas y gestionados.
Aproximadamente el 50 % de toda la tierra habitable del planeta es gestionada por los seres humanos para la producción de alimentos, y el 9 % de toda la tierra se utiliza para la agricultura. Según el informe antes mencionado del CDB, solo el 29 % de las fincas operan de manera sostenible, lo que amplía la crisis de la diversidad biológica más allá de las especies silvestres y pone al 27 % de los animales domésticos en riesgo de extinción también.
“El primer borrador [del GBF] aún presenta las debilidades de las Metas de Aichi debido a que subestima, e incluso ignora, la importancia de los paisajes agrícolas para la conservación de la diversidad biológica”, afirma un Libro Blanco escrito en coautoría por los organizadores de los eventos GLF Live, incluidas las organizaciones de investigación CIFOR-ICRAF, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la agencia de desarrollo alemán GIZ. “Existe una oportunidad única en 30 años para asegurar que el órgano principal de formulación de políticas del mundo, el CDB, incorpore de manera eficaz y adecuada la gestión del paisaje agrícola en su GBF y envíe las señales de política que se necesitan”.
En su estado más natural, la Tierra es una bola giratoria compuesta por ecosistemas, todos ellos conectados entre sí de una manera continua, y con animales que deambulan libremente entre ellos dependiendo del alimento, los depredadores, el clima y otros patrones planetarios. Actualmente, sin embargo, muchos de los hábitats de estas especies carecen de protección adecuada, lo que significa que estas deben compartir el lugar donde viven con paisajes agrícolas y gestionados.
La meta 1 del borrador del GBF busca “Asegurar que todas las áreas terrestres y marinas a nivel mundial sigan una planificación espacial integrada que incluya la diversidad biológica y que preserve las áreas intactas y silvestres existentes”. Sin embargo, los oradores de la primera de las dos sesiones de GLF Live destacaron que esta meta también debería tratar de incrementar la conectividad entre dichas áreas. Esto solo puede lograrse haciendo que las prácticas agrícolas favorables a la diversidad biológica, como la agroforestería, sean económicamente viables para los agricultores.
Jodi Hilty, presidenta y científica en jefe de la Iniciativa de Conservación de Yellowstone a Yukón, describió los dos tipos de conectividad existentes: estructural y funcional. Los ecosistemas conectados estructuralmente fluyen de manera natural entre sí sin espacios que los separen, mientras que los ecosistemas conectados funcionalmente son utilizados de manera estratégica por la flora y la fauna para sobrevivir, lo que a menudo es documentado mediante el geoetiquetado y el mapeo satelital.
Según Hilty, actualmente solo entre el 7 y el 11 % de las áreas protegidas están conectadas de algún modo, lo que genera una enorme necesidad de una mayor conectividad para que la vida silvestre pueda moverse de una manera segura según lo necesite, y en especial frente al creciente cambio climático.
“En un sistema de paisaje de mosaico, si la estructura del ecosistema es adecuada para que las especies puedan moverse en función de su comportamiento, entonces existe conectividad”, explicó Karki.
Costa Rica, que tiene como objetivo proteger el 30 % de sus áreas terrestres y marinas para el año 2030 –un aumento enorme frente a su compromiso anterior del 2 %–, es uno de los países que ha priorizado la conectividad de los ecosistemas al mismo tiempo que continúa expandiendo su sector de producción agrícola. Este panorama se diferencia del anterior, ya que solía equipararse desarrollo con deforestación, ahora se lo está fusionando con la conservación para impulsar la economía del país y al mismo tiempo protegerlo de fenómenos climáticos extremos, señaló Franklin Paniagua, viceministro de Medio Ambiente y Energía de Costa Rica.
“Estamos en un punto en el que empezamos a entender cómo la productividad de la tierra se basa en servicios que en su mayoría son provistos por dichas áreas de bosque, masas forestales, que tienen la capacidad de generar agua, en particular, y polinización”, dijo. “Las inversiones que hacemos para proteger la producción se encuentran muy en consonancia con nuestros objetivos de diversidad biológica y nuestra agenda en materia climática”.
Ahora, esta mentalidad se está extendiendo también a los ecosistemas marinos de Costa Rica. “Nuestra transformación y relación entre la agricultura y la conservación se está llevando a cabo en el ámbito marino, donde estamos viendo investigación e innovación centradas en tratar nuestro paisaje marino como hemos tratado a la agricultura”.
La meta 2 del GBF tiene como objetivo garantizar la restauración del 20 % de los hábitats de agua dulce, marinos y terrestres degradados, pero los oradores también pusieron énfasis en que el enfoque fundamental de dicha meta debería ser restaurar la “integridad del ecosistema”.
Hilty dio como ejemplo las temporadas de verano en los estados ganaderos de Estados Unidos como Idaho y Montana, las cuales se están volviendo más cálidas debido al calentamiento global, lo que hace aún más necesaria la restauración de los ecosistemas ribereños. Estos reducen el flujo de agua para que los animales puedan mantenerse hidratados durante los meses de temperaturas cada vez más extremas y, aunque no son considerados hábitats “prioritarios”, su integridad es definitivamente importante para el futuro de la región.
La meta 10 del nuevo GBF sí aborda los paisajes gestionados: “Asegurar que todas las áreas agrícolas, acuícolas y forestales se gestionen de manera sostenible, en particular mediante la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad, aumentando la productividad y la resiliencia de estos sistemas de producción”.
Pero lo que esta meta pasa por alto en su redacción actual es que la gestión sostenible a menudo es equiparada con la intensificación, la cual podría reducir el tamaño de los paisajes agrícolas, pero con efectos nocivos sobre la diversidad biológica debido a la utilización de pesticidas o el uso excesivo de agua y fertilizantes. El Libro Blanco y los oradores sugieren más bien que esta meta debería centrarse en prácticas integradas para el uso de la tierra, que combinen una diversidad de cultivos, animales y árboles con diferentes disposiciones espaciales y estacionales, que imiten a su vez los procesos naturales del agua y los nutrientes, con una menor necesidad de insumos artificiales.
Los enfoques integrados del paisaje se derivan de políticas y liderazgo integrados, y gobiernan el uso de la tierra de maneras que equilibran los objetivos de diferentes sectores. “Creo que la agricultura sostenible y la diversidad biológica se encuentran en la misma cara de la moneda”, dijo Sol Ortiz, bióloga de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de México, en la segunda sesión del GLF Live.
Como parte de su trabajo ministerial, Ortiz coordina el desarrollo e implementación de la Estrategia Nacional para la Conservación y Uso Sustentable de los Polinizadores (ENCUSP) en México, que trabaja en la confluencia entre las secretarías (ministerios) de medio ambiente, agricultura y educación pública para orientar a una gran variedad de actores –desde empresas hasta agricultores– sobre cómo asegurar la conservación de los polinizadores de México, que sustentan los cultivos alimentarios básicos del país y los productos alimentarios de exportación. “Estamos incorporando la diversidad biológica al sector agrícola mexicano”, dijo.
Para Ortiz, no hay persona alguna que no se vea afectada por la intersección que se produce entre la diversidad biológica y la agricultura. Entre las estrategias que enumeró para la mejora de la conservación se encuentran la educación de los agricultores sobre los beneficios de la diversidad biológica, el examen de cada etapa de una cadena de valor, la recuperación de prácticas agrícolas indígenas y tradicionales, y la sensibilización de los consumidores para que “compren alimentos producidos con biodiversidad”.
En Ruanda, la integración de los esfuerzos agrícolas y de conservación tiene un rol ineludible que cumplir para alcanzar el compromiso del país de restaurar 2 millones de hectáreas de bosques. Inevitablemente, dado el tamaño total del país –2,6 millones de hectáreas–, esto debe incluir a los bosques de producción y agroforestería. “La agricultura es uno de los pilares clave que se discuten en la conservación”, dijo Jean Pierre Mugabo, director general de la Autoridad Forestal de Ruanda.
Con el fin de superar el aislamiento administrativo histórico, los ministerios deben tener un objetivo común que integre sus mandatos. En el caso de Ruanda, este objetivo común fue la restauración. Se ha creado un grupo de trabajo intersectorial para la restauración del paisaje forestal, que incluye organizaciones internacionales y ONG locales, con el fin de lograr este esfuerzo de restauración y atraer el financiamiento necesario para hacerlo. “El grupo de trabajo puede producir proyectos rentables que tengan la capacidad de convencer a las grandes instituciones financieras”, dijo Mugabo. “Si vienen a nosotros en equipo y tienen el objetivo común de restaurar tierras degradadas, nuestros socios pueden darles presupuesto”.
Hacer de la restauración un sector rentable también puede ayudar a atraer a los jóvenes y fomentar un crecimiento del empleo sostenible, dijo Mugabo, lo cual, al fin y al cabo, tiene que ver con el propósito de la conservación.
“La sostenibilidad agrícola se basa en el principio de que necesitamos satisfacer las necesidades del presente sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades del futuro”, dijo Ortiz. “Lo que estamos haciendo hoy permite que las generaciones futuras sigan produciend alimentos… y esto incluye la diversidad biológica”.
Este artículo fue posible gracias a los aportes de varios proyectos de la Iniciativa Internacional para la Protección del Clima (IKI). Los expertos y directores de proyecto involucrados agradecen el liderazgo y el apoyo del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania.
Dichos proyectos incluyen:
Para obtener más información sobre paisajes agrícolas y diversidad biológica, aquí hay dos sesiones más del evento GLF Biodiversity de 2021:
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