Un amanecer orbital visto desde la Estación Espacial Internacional. Foto: NASA/Don Pettit

¿Puede la geoingeniería solar resolver la crisis climática?

Las controvertidas tecnologías para enfriar la Tierra atenuando el sol
15 septiembre 2025
[gspeech]

Esta publicación también está disponible en: Inglés

En 2021, un equipo de investigadores del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de Harvard llegó a Kiruna, una pequeña ciudad del norte de Suecia.

Su misión: realizar una prueba de campo de algo que hasta entonces sólo habían modelado en computadores.

El Experimento de Perturbación Controlada de la Estratosfera, o SCoPEx, consistía en lanzar pequeñas cantidades de carbonato de calcio a la estratosfera con un globo para crear diminutas partículas que disperseran la luz y luego medir los resultados.

Este habría sido uno de los primeros experimentos al aire libre de geoingeniería solar: una serie de métodos para enfriar la Tierra aumentando la cantidad de luz solar que se refleja de vuelta hacie el espacio.

Pero ante la fuerte oposición de los ecologistas y las comunidades indígenas sámi, el proyecto se canceló antes de iniciar.

La geoingeniería solar también sigue dividiendo a los científicos.

Por un lado, más de 500 científicos del clima han firmado una declaración pidiendo un Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar. Argumentan que la tecnología “no puede gobernarse de forma justa a nivel mundial y plantea un riesgo inaceptable si se implementa como una opción futura de política climática”.

Por el otro, 110 científicos, entre ellos el ex climatólogo de la NASA James Hansen, han escrito una carta abierta en la que piden que se realicen más investigaciones para comprender mejor estos riesgos.

La Unión de Científicos Preocupados (UCS) se opone al despliegue de la geoingeniería solar por los riesgos que plantea, pero apoya “la investigación continua de modelos, los estudios observacionales y la participación pública fuerte e inclusiva en la toma de decisiones”.

Aunque la Alianza para una Deliberación Justa sobre la Geoingeniería Solar (DSG) reconoce estos riesgos, también pide debates inclusivos y la toma de decisiones sobre la cuestión para evitar que se agraven las injusticias climáticas.

Métodos principales de geoingeniería solar
Ilustración de los cuatro métodos principales de geoingeniería solar. Gráfico de Inês Mateus/GLF

¿Qué es la geoingeniería solar?

La ingeniería solar, también conocida como modificación de la radiación solar (MER), es una de las dos formas principales de geoingeniería, junto con la captura y almacenamiento de carbono. En lugar de eliminar el carbono de la atmósfera, funciona reflejando la luz solar hacia el espacio.

El método de geoingeniería solar más estudiado y ampliamente propuesto es inyección de aerosoles estratosféricos (IEA).

La EFS consiste en utilizar aviones o globos para liberar pequeñas cantidades de una sustancia química ―como dióxido de sulfato, calcio o incluso polvo de diamante― en la estratosfera, donde se mezcla con el vapor para formar aerosoles que reflejan la luz solar hacia el espacio.

Esto replica lo que ocurre tras una erupción volcánica. Por ejemplo, cuando el Monte Pinatubo entró en erupción en Filipinas en 1991, se calcula que la emisión de dióxido de sulfato a la estratosfera redujo la temperatura global en unos 0,6 grados centígrados durante los 15 meses siguientes.

Muchos investigadores consideran que el SAI es el más fiable de todos los métodos de geoingeniería solar.

“Sabemos que enfriaría y conocemos algunos de sus otros efectos”, afirma Douglas MacMartin, profesor asociado de ingeniería mecánica y aeroespacial de la Universidad de Cornell.

“No puede haber grandes incógnitas, porque las habríamos visto tras grandes erupciones volcánicas”.

Uno de los inconvenientes es que el sulfato acaba cayendo en forma de lluvia ácida, reconoce MacMartin. “Eso está en la lista de efectos secundarios y forma parte de lo que hay que poner en la balanza”.

Sin embargo, añade MacMartin, no sólo se trata de cantidades pequeñas en comparación con los niveles actuales de contaminación, sino que aproximadamente dos tercios de esa lluvia “cae sobre los océanos, donde es totalmente irrelevante”.

Erupción del Monte Pinatubo
La inyección de aerosoles estratosféricos se inspira en gran medida en las erupciones volcánicas, como la del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991. Foto: NOAA/NGDC, R. Lapointe, Fuerza Aérea de EE.UU., vía Wikimedia Commons

Otro método de geoingeniería solar es el blanqueamiento de nubes marinas (MCB). Esto consiste en usar una flota de barcos para inyectar partículas de sal marina en las nubes marinas bajas y así formar gotas de agua más pequeñas.

Esto hace que las nubes reflejen más luz, reduciendo así la cantidad de calor que absorbe el océano.

Otros métodos que se están estudiando son más bien una apuesta arriesgada.

Uno de ellos es el adelgazamiento de nubes cirros (CCT). Los cirros se encuentran a gran altitud y tienden a impedir que el calor escape de la atmósfera, manteniéndolo atrapado y calentando así el planeta.

El CCT consiste en introducir aerosoles, como ácido sulfúrico o nítrico, en la atmósfera superior para diluir los cirros. La idea es que esto podría sustituirlos por nubes con cristales de hielo más grandes y una vida útil más corta, lo que permitiría que escape más calor de la Tierra.

Luego está la idea de construir espejos gigantes en el espacio para reflejar físicamente la luz lejos de nosotros, que MacMartin descarta por ser “horriblemente cara”.

En este sentido, la financiación mundial de la geoingeniería solar sigue siendo relativamente pequeña, pero ha aumentado significativamente en los últimos 15 años, alcanzando los 191,7 millones de dólares el año pasado. Algo menos de la mitad de ese dinero procede de filántropos, y los gobiernos aportan la mayor parte del resto.

Uno de los últimos receptores de fondos para estudiar la geoingeniería solar es la Agencia de Investigación e Invención Avanzadas, ARIA, que acaba de recibir 56,8 millones de libras esterlinas (76 millones de dólares) del gobierno británico.

La nueva financiación de ARIA se destinará a una serie de proyectos, entre ellos cinco experimentos a pequeña escala al aire libre tanto en MCB como en SAI.

¿Por qué la geoingeniería solar preocupa a los científicos?

Desgraciadamente, el despliegue de estos métodos de geoingeniería solar podría tener muchos efectos secundarios no deseados, como alteraciones en los patrones de precipitaciones y las temperaturas regionales.

Estas posibles consecuencias aún no se conocen bien y podrían tener efectos especialmente devastadores para las comunidades de todo el Sur Global.

Otra preocupación importante es la gobernanza, afirma Mike Hulme, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Cambridge y autor de “Can Science Fix Climate Change?”.

“Desde el punto de vista de la investigación, estas tecnologías no se rigen por ningún acuerdo mundial, por no hablar de cómo debería regirse su implantación”, afirma.

“Así que vamos por un camino en el que no tenemos los protocolos de gobernanza de la investigación, y ni hablar de la gobernanza del despliegue”.

Vías de navegación
El abrillantamiento de nubes marinas consiste en la creación a gran escala de “huellas de barcos”, nubes marinas creadas por los gases de escape de las embarcaciones. Foto: NASA/Jeff Schmaltz, LANCE/EOSDIS Rapid Response, Flickr

Luego está el miedo al shock de la interrupción. Si la geoingeniería solar se despliega y comienza a enfriar el planeta, cualquier interrupción brusca por el motivo que sea podría provocar después un aumento repentino y potencialmente masivo de las temperaturas.

En otras palabras, se requeriría un compromiso milenario.

“No hay nada en la historia de la humanidad que permita pensar que el mundo sería capaz colectivamente de gestionar de forma justa y democrática semejante hazaña”, afirma Mary Church, responsable de la campaña de geoingeniería del Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL).

Algunos expertos temen que incluso la investigación sobre la geoingeniería solar pueda legitimarla, por no hablar de distraer a los responsables políticos y a las empresas de la reducción de emisiones al proporcionarles una “carta de libertad”.

“Esa normalización dentro de la comunidad científica se extenderá al ámbito público”, afirma Hulme. “Una vez que te embarcas en un proceso de innovación y desarrollo tecnológico, es realmente muy difícil salir de la pendiente”.

Al abordar algunos de los síntomas de la alteración del clima, dicen los críticos, incluso un despliegue limitado podría crear un riesgo moral al reducir los incentivos para tomar las difíciles medidas necesarias para descarbonizar la economía mundial.

“Sólo quita presión a la mitigación para los intereses creados, para los grandes contaminadores que siguen haciendo una fortuna dañando el planeta y llevando el clima más allá del borde del abismo”, argumenta Church.

Znamya-2
Znamya-2, satélite experimental ruso diseñado para servir de espejo espacial para emitir luz hacia la Tierra, lanzado en 1992. Foto: RSC Energia vía Wikimedia Commons

¿Vale la pena la geoingeniería solar?

MacMartin, haciendo eco de muchos otros expertos, deja claro que cualquier investigación sobre geoingeniería solar debe ir acompañada de importantes reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero.

“¿Son los beneficios y riesgos de hacerlo mayor o menores que los beneficios y riesgos de no hacerlo, incluyendo tanto los efectos climáticos físicos como las preocupaciones sociales (que son preocupaciones absolutamente legítimas)?”, plantea MacMartin.

Para él, la respuesta es un sí rotundo, y el hecho de que exista esa tecnología no debe servir de excusa para seguir produciendo emisiones.

“Nunca he oído a nadie decir: ‘Genial, tengo cinturones de seguridad y airbags. Voy a saltarme este semáforo en rojo'”, compara MacMartin.

Sin embargo, existen varios convenios internacionales y regímenes reguladores que obstaculizan cualquier investigación futura.

Estas normas, explica Church, son “en última instancia restrictivas no sólo para la geoingeniería solar, sino para todos los enfoques de la geoingeniería”.

Un ejemplo es el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB). Sus miembros acordaron por primera vez establecer una moratoria sobre la geoingeniería solar en 2010, una postura que han reafirmado en múltiples ocasiones, la última en la COP16 del año pasado.

Y en la Asamblea de la ONU sobre Medio Ambiente del año pasado, los países africanos se opusieron con éxito a los esfuerzos liderados por Suiza para crear un grupo de expertos de la ONU que “examinara los riesgos y oportunidades” relacionados con la geoingeniería solar.

También está el Protocolo de Londres de 1996, que controla la contaminación marina prohibiendo la eliminación de residuos en el mar. Las Partes en el Protocolo deben aplicar un enfoque preventivo a la protección del medio ambiente.

“Actualmente prohíbe la fertilización de los océanos, pero también está estudiando regular otras técnicas, entre ellas dos de geoingeniería solar que tienen lugar desde el medio marino”, explica Church.

“Tienen la obligación de no causar daños transfronterizos”.

Sin embargo, añade que “la propuesta básica de la geoingeniería solar es que no se puede probar si no es desplegándola. Así que, obviamente, eso va en contra del principio de precaución”.

Para Shuchi Talati, cofundador de DSG y miembro del desaparecido consejo asesor de SCoPex, la geoingeniería solar es un arma de doble filo.

“Podría ser una forma de limitar el sufrimiento humano”, declaró al New York Times el año pasado. “Al mismo tiempo, creo que también puede exacerbar el sufrimiento si se utiliza de mala manera”.

Así las cosas, ¿la investigación y el modelado continuos acabarán por unir a los dos bandos enfrentados?

Como los líderes mundiales no responden ni de lejos a la crisis climática y las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, hay pocos indicios de que esa convergencia vaya a producirse pronto.

Topics

BE PART OF THE community

Finally…

…thank you for reading this story. Our mission is to make them freely accessible to everyone, no matter where they are. 

We believe that lasting and impactful change starts with changing the way people think. That’s why we amplify the diverse voices the world needs to hear – from local restoration leaders to Indigenous communities and women who lead the way.

By supporting us, not only are you supporting the world’s largest knowledge-led platform devoted to sustainable and inclusive landscapes, but you’re also becoming a vital part of a global community that’s working tirelessly to create a healthier world for us all.

Every donation counts – no matter the amount. Thank you for being a part of our mission.

Sidebar Publication

Related articles

Related articles