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Pronto llegará el evento climático más importante de 2025: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) se celebrará en Belém, capital del estado brasileño de Pará, del 10 al 21 de noviembre.
La Conferencia de las Partes (COP) es una conferencia anual organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Reúne a representantes de todos los Estados miembros de la ONU para fijar objetivos colectivos frente a la crisis climática, presentar los compromisos de cada país e informar sobre sus avances.
Este año se cumple el 10º aniversario del Acuerdo de París, en el cual todos los países acordaron poner de su parte para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
Pero, ¿ha hecho el mundo lo suficiente en la última década? ¿Será posible que en la COP de este año los países lleguen por fin a un acuerdo que permita tomar las medidas necesarias contra el cambio climático que han faltado durante todo este tiempo?

La COP29 del año pasado se celebró en Bakú (Azerbaiyán). A pesar de un acuerdo histórico sobre los mercados de carbono, la cumbre se consideró un fracaso por su tímido acuerdo sobre la financiación de la lucha contra el cambio climático y la falta de avances en la eliminación progresiva de los combustibles fósiles.
La ONU también celebró en junio sus reuniones sobre el clima SB62 en Bonn (Alemania). Aunque el objetivo de estas conversaciones era allanar el camino hacia la COP30, los avances fueron limitados en la mayoría de los frentes. Sin embargo, los grupos de la sociedad civil consiguieron impulsar un texto más integrador sobre la transición justa.
Esto significa que hay mucho en juego en las conversaciones de Belém de noviembre para reactivar el impulso.
Sigue existiendo una enorme brecha entre los países ricos, que han contribuido desproporcionadamente a la crisis climática, y los países menos ricos, que son especialmente vulnerables a sus efectos y carecen de recursos para adaptarse.
En la COP29, los países de renta baja y media exigieron a los países ricos 1,3 billones de dólares anuales en financiación para el clima. Sin embargo, al final se vieron obligados a aceptar una cifra de sólo 300.000 millones de dólares anuales para 2035.
Aunque no es ni mucho menos suficiente, esta suma podría ser el punto de partida de un acuerdo más ambicioso en Belém.
Después de todo, el acuerdo del año pasado también instaba a todos los países a “trabajar juntos” para alcanzar el objetivo de financiación de 1,3 billones de dólares en 2035. Los países del Sur Global se esforzarán por alcanzar esta cifra.

Aunque es probable que el dinero sea uno de los principales puntos de negociación en la COP30, también se espera que los combustibles fósiles ocupen un lugar destacado en la agenda.
Las negociaciones de la COP28 en 2023 supusieron un gran avance, ya que los países acordaron abandonar los combustibles fósiles y alcanzar las emisiones netas cero para 2050. También acordaron triplicar la capacidad de energía renovable y duplicar las tasas medias de eficiencia energética para 2030.
Desde entonces, se ha avanzado poco en su aplicación efectiva. Pero en la SB62, la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva, sugirió una posible hoja de ruta para eliminar progresivamente los combustibles fósiles.
La adopción de esta hoja de ruta sería un logro importante para la COP30. Dicho esto, podría decirse que será aún más importante que los gobiernos se comprometan a adoptar medidas ambiciosas de transición energética como parte de sus planes climáticos actualizados.
También es probable que la adaptación al cambio climático sea uno de los temas de debate.
Aunque la mayor parte de la financiación de la lucha contra el cambio climático se ha destinado tradicionalmente a mitigarlo, los efectos devastadores del calentamiento de nuestro planeta ya se están dejando sentir en todo el mundo, y la humanidad no tiene otra opción que adaptarse.
En la COP28, los países acordaron el Marco de los EAU para la Resiliencia Climática Global, que pretende alcanzar un objetivo global de adaptación en el marco del Acuerdo de París.
El marco estableció un programa de trabajo de dos años ―hasta la COP30― para desarrollar indicadores medibles de progreso hacia los objetivos de adaptación climática.
Los países menos ricos, sin embargo, necesitarán financiación para aplicar medidas de adaptación.
En la COP26 de 2021, los países ricos habían acordado duplicar su financiación para proyectos de adaptación climática en el Sur Global hasta al menos 40.000 millones de dólares al año para 2025.
Según un informe de la OCDE, este objetivo parecía en vías de cumplirse a partir de 2022. Para mantener el impulso, algunos gobiernos y grupos de la sociedad civil piden que en la COP30 se acuerde un objetivo de financiación de la adaptación para después de 2025.

La COP30 también será una oportunidad para revisar los avances realizados en los 10 años transcurridos desde el Acuerdo de París.
Los expertos afirman que el mundo no está ni cerca de alcanzar su objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, tal y como se acordó en París.
De hecho, los últimos 10 años han sido los 10 más cálidos de los que se tiene registro, y 2024 fue el primer año que superó los 1,5 grados de forma absoluta.
Este año, los países también deben presentar una nueva ronda de estrategias climáticas nacionales, conocidas como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, casi todos los países incumplieron el plazo de febrero para presentar sus nuevas NDC, y la mayoría aún no lo había hecho en el momento de redactar este artículo.
Esta falta de ambición climática también se refleja en los recortes de la ayuda exterior al desarrollo por parte de Estados Unidos y varios países europeos, lo que probablemente afectará a la financiación climática de los países del Sur Global.
Entre los países ricos, Estados Unidos es el que ha previsto mayores recortes en su presupuesto de ayuda exterior, reduciéndolo de 62.000 millones de dólares en 2024 a 28.000 millones en 2026.

Mientras el impulso mundial retrocede, Brasil intenta posicionarse como líder climático acogiendo la COP de este año en Belém, una ciudad situada en la selva amazónica.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha querido aprovechar la COP30 para promover los esfuerzos del país por proteger la Amazonia.
Junto con otros 11 países, Brasil se dispone a lanzar formalmente en la COP30 un fondo para la protección de los bosques, el Tropical Forest Forever Facility (TFFF).
Esto también podría crear una oportunidad para vincular los movimientos por el clima y la biodiversidad, así como permitir una mayor interacción entre los delegados y los pueblos indígenas.
El gobierno brasileño afirma que a la COP30 asistirá la cifra récord de 3.000 participantes indígenas, de los cuales se espera que 1.000 participen en las negociaciones. También abogará a favor de que los pueblos indígenas reciban el 20% del próximo TFFF.
Brasil también ha tratado de aumentar las ambiciones globales reformulando el balance global del Acuerdo de París, que observa las brechas y los avances en los esfuerzos climáticos de los países, como una “NDC global“.
Sin embargo, aún está por verse cómo podría afectar este replanteamiento a las NDC individuales de los países o a las negociaciones globales sobre asuntos como la financiación climática.
Por último, la decisión de Brasil de acoger la COP30 en Belém también ha suscitado críticas debido a la escasez de alojamiento en la ciudad, lo que provoca precios desorbitados que podrían afectar a la inclusividad. Algunos países incluso se plantean saltarse la COP30 por completo debido al costo que supone su asistencia.

Estados Unidos estará notablemente ausente de las conversaciones de Belém.
A su regreso a la Casa Blanca en enero, Donald Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París por segunda vez, lo que significa que no habrá delegación oficial del segundo mayor emisor de dióxido de carbono del mundo.
Algunos expertos temen que esto disminuya la presión sobre otros países ricos para que tomen medidas decisivas.
Otros afirman que también podría suponer una oportunidad para que China se convierta en líder mundial en la lucha contra la crisis climática, ya que sus cuantiosas inversiones en energías renovables contrastan con la redoblada extracción de combustibles fósiles por parte de Estados Unidos.
Otro factor que podría influir en las negociaciones es una opinión consultiva emitida por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en julio. En ella, el tribunal afirmaba que los países tienen la obligación legal de actuar para proteger el sistema climático mundial.
Las opiniones consultivas no son jurídicamente vinculantes, por lo que no está claro cómo podrían afectar al resultado de la COP30.
Sin embargo, sí afirma que los miembros del Acuerdo de París ―que son casi todos los países de la Tierra― deben presentar NDC compatibles con el objetivo de 1,5 grados.
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