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Puntos clave:
Brasil se enfrenta a una paradoja al acoger la COP30.
Mientras el país acoge y lidera la mayor conferencia mundial sobre el clima de 2025, también ha dado luz verde a la prospección petrolífera en la desembocadura del río Amazonas.
La selva amazónica alberga casi una quinta parte de las reservas mundiales de petróleo y gas natural descubiertas recientemente, y la industria ya la considera una nueva “frontera petrolífera mundial”.
La mayor empresa estatal del país, Petrobras, ha recibido la aprobación del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva para iniciar perforaciones en una zona conocida como Margen Ecuatorial.
Pero los expertos han advertido de los riesgos para la selva tropical y las comunidades tradicionales que la habitan, así como de los peligros de atrincherar aún más al país en los combustibles fósiles.
Entonces, ¿por qué Brasil y las petroleras siguen perforando en busca de petróleo, y qué se puede hacer ahora para que el mundo se aleje de los combustibles fósiles?

La prospección de petróleo en el Margen Ecuatorial entraña peligros operativos inmediatos a corto plazo ―es decir, los que podrían tener repercusiones en un plazo de dos años― y el riesgo a largo plazo de hacer a Brasil aún más dependiente de los combustibles fósiles.
Según Juliano Bueno de Araujo, director ejecutivo del Instituto Arayara, uno de los riesgos más inmediatos son los derrames y fugas de petróleo, que pueden ser difíciles de atajar debido a la lejanía de la zona.
Otras amenazas inmediatas son el ruido sísmico, que afecta tanto a la pesca como a la fauna marina, y el aumento del tráfico de buques, que podría provocar conflictos territoriales con las comunidades locales.
“Hay presiones sobre las agencias medioambientales y procesos fragmentados de concesión de licencias, además de repercusiones socioeconómicas como la disminución de los ingresos de la pesca artesanal, el aumento de los precios de los alimentos locales y la volatilidad del turismo y las cadenas de subsistencia”, afirma.
Bueno de Araujo advierte que a medio plazo ―entre tres y diez años―, además de causar daños continuos a las comunidades y la biodiversidad, Brasil también quedará “encerrado” en los combustibles fósiles al invertir en infraestructuras como puertos, oleoductos y plataformas petrolíferas. Esto, en su opinión, ralentizará la transición hacia energías limpias.
“También está la dependencia fiscal de las regalías, que expone a Estados y municipios a la volatilidad de los precios del crudo Brent [principal referencia internacional del petróleo]”, añade.
Petrobras y el gobierno federal sostienen que la producción de petróleo generará los ingresos necesarios para financiar la transición energética.
Sus detractores afirman que esta solo acentuará la dependencia de los combustibles fósiles y desviará recursos e inversiones de las energías renovables.
Araujo señala que los gobiernos local y federal han dependido históricamente de los ingresos del sector, que consideran una “solución rápida”.
“Además, la industria de los combustibles fósiles ejerce una presión fuerte en el Congreso y en los organismos técnicos, que se ve agravada por las presiones de las cadenas de proveedores y los intereses a corto plazo en puestos de trabajo y contratos”, afirma.
“Como justificación, el gobierno y Petrobras están utilizando la falsa narrativa de la ‘seguridad energética’ y una ‘ventana de oportunidad’ antes de una supuesta disminución global de la demanda. Este argumento se utiliza para justificar y acelerar las decisiones, a pesar de que se sabe que es falso, ya que se espera que el consumo de petróleo alcance su punto máximo y comience a disminuir en 2030.”
Ilan Zugman, director para América Latina y el Caribe de 350.org, cree que esto dice mucho de las actuales prioridades energéticas de Brasil.
“[El petróleo es] un sector del pasado ―una fuente de energía sucia― y el principal impulsor de la crisis climática a la que nos enfrentamos”, argumenta. “Brasil está perdiendo la oportunidad de convertirse en una potencia de las energías renovables”.
Zugman señala que, según las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda de combustibles fósiles alcanzará su punto máximo en 2030, antes de que pueda explotarse el petróleo hallado en el Margen Ecuatorial.
“Esto podría provocar activos varados y pérdidas económicas para Brasil”, advierte.
Incluso entonces, la transición energética será “larga, compleja y costosa”, afirma Rafaela Guedes, consultora en transición energética y especialista del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI). Guedes cree que la apertura de un nuevo pozo de petróleo podría, de hecho, proporcionar a Petrobras los fondos necesarios para ayudar a financiar esta transición.
“El reto, por tanto, no es eliminar el petróleo inmediatamente, sino equilibrar la expansión del suministro energético ―esencial para el crecimiento económico y la superación de la pobreza energética― con la construcción de un sistema energético bajo en carbono”, explica.
“Lo que realmente importa no es simplemente la apertura de un nuevo pozo, sino lo que el país hará con los resultados de esa exploración: si reforzará la dependencia de los combustibles fósiles o utilizará esos recursos como palanca para acelerar el cambio hacia una matriz energética más limpia, segura e integradora.”
El Ministerio de Minas y Energía de Brasil no respondió a las solicitudes de comentarios.
La Amazonía no es la única parte de Brasil en el punto de mira de las petroleras. La petrolera británica BP acaba de realizar frente a la costa del sudeste de Brasil su mayor descubrimiento de petróleo y gas natural en 25 años, lo que supone su regreso a la exploración de petróleo y gas tras alejarse de las energías renovables.
BP rechazó hacer comentarios y reiteró que “no tiene intereses de exploración petrolífera en la Amazonía”.

Dado el compromiso de Brasil con los combustibles fósiles, ¿se puede seguir confiando en el país para que ayude a negociar acuerdos ambiciosos en la COP30?
En la COP28 de 2023, los países acordaron “abandonar los combustibles fósiles”, aunque sin un plan para llevar a cabo esa transición. Eso eleva drásticamente lo que está en juego en la COP de este año.
“Esto coloca al país en una posición contradictoria: la necesidad de liderar un proceso con muchos países para alcanzar decisiones ambiciosas, como abandonar los combustibles fósiles”, afirma Zugman.
“Muchos países tienen contradicciones, pero Brasil, como líder de la conferencia y con un discurso de querer ser líder climático, debería estar eligiendo el otro lado en este momento”, añade.
Hasta el momento de publicación de este artículo, los combustibles fósiles siguen sin aparecer en la agenda de la COP30.
“Es probable que este tema aparezca en la agenda de acción, que no forma parte de las negociaciones formales”, explica Zugman.
“O el país podría, como presidencia de la COP, proponer una “decisión de cobertura” (cover decision, en inglés), lo que sería muy significativo. Pero eso requeriría un consenso entre más de 190 países”.
También señala un contexto geopolítico desafiante, con Estados Unidos saliendo del Acuerdo de París y los países europeos invirtiendo cada vez más en defensa, lo que reduce los recursos disponibles para la acción climática.
“No se esperan grandes victorias en esta COP”, admite Zugman.
“Esperamos algunos avances en la adaptación y en el programa de transición justa, pero en cuestiones más polémicas, como los combustibles fósiles y las ambiciosas lagunas en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), es posible que Brasil tenga que mediar una decisión de cobertura para dar una respuesta fuerte y necesaria.”
Para Guedes, el liderazgo climático de Brasil se juzgará cada vez más por si las acciones del país están a la altura de su discurso.
“En la práctica, se valorará menos al país por mantener el petróleo bajo tierra y más por la coherencia con que acelere las inversiones en energías limpias, infraestructuras resilientes e innovación climática”, afirma.
“La COP30 es el momento ideal para que Brasil demuestre tanto su ambición como su estrategia”.
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