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Un nuevo reporte afirma que una producción agrícola más eficiente –aquella que emplea menos tierra, agua y fuerza laboral– es vital para lograr satisfacer la demanda global de alimentos proyectada para el año 2050. De otra forma, la creciente población mundial estaría en riesgo de no ser alimentada de manera sostenible.
Con el objetivo de ofrecer una vistazo a la insuficiente oferta global de alimentos, comparada con la demanda, el Reporte 2018 sobre Productividad Agrícola Global (GAP, por sus siglas en inglés), dado a conocer durante la entrega del Premio Mundial de la Alimentación el pasado 17 de octubre, estima que “la actividad agrícola a nivel mundial debe incrementarse en 1.75 por ciento al año si se quiere lograr satisfacer las demandas de cerca de 10 mil millones de personas para el año 2050”. Pero los autores señalan que “por quinto año consecutivo, la productividad agrícola mundial no está creciendo lo suficientemente rápido”.
El reporte comienza con una revisión de la constante presión que ejerce el cambio climático sobre los sistemas agrícolas y de producción de alimentos. Dado que el sector agrícola es el mayor consumidor del agua disponible a nivel mundial, se volverá aún más importante proteger las fuentes de agua para hacer frente al aumento de temperaturas y al crecimiento poblacional. Con recursos limitados, los productores tendrán que lidiar con una creciente población urbana –se espera que llegue a 5 mil millones para el año 2030– y la consiguiente expansión de áreas urbanas en terrenos de cultivo. En lo que se refiere solamente a los efectos de la temperatura, el promedio de horas invertidas en trabajo agrícola podría disminuir en 66 por ciento para el 2030 debido al agotamiento causado por el calor.
La clave para resolver estos problemas es la eficiencia, asegura el reporte. El documento utilizó un sistema de medición llamado Factor Total de Productividad (TFP, por sus siglas en inglés) para llegar a estas conclusiones, midiendo la productividad agrícola a través de los lentes de la innovación y la eficiencia. Reconociendo que el sistema de abastecimiento de alimentos requiere de un uso intenso de los recursos –depende del uso de agua, tierra, fuerza laboral, maquinaria, energía, ganado y fertilizantes– el enfoque TFP busca cómo producir más con menos. Dicha productividad es especialmente crítica en países de bajos ingresos y países en desarrollo –donde 12.9 por ciento de la población conjunta de esos países está desnutrida–, particularmente en África subsahariana. Los países de bajos ingresos experimentaron una tendencia a la baja en la productividad agrícola, que fue de 1.31 por ciento en 2016 a 1.24 por ciento en 2017, según el informe.
“(De esta forma) podemos ver a través del tiempo cómo los sectores de alimentos y agricultura se están desarrollando en relación a la producción de la comida que necesitamos, pero con un menor impacto ambiental”, dijo Margaret Zeigler, Directora Ejecutiva de Global Harvest Initiative, quien es coautora del reporte junto con Ann Steensland, subdirectora de la iniciativa.
Ziegler señala el ejemplo de India, que requiere millones de animales para satisfacer la demanda de productos lácteos. En contraste, en Estados Unidos de América, un menor número de animales produce notablemente una mayor cantidad de leche, a través de una alimentación y manejo estratégicos del ganado, y empleo de genética. Esto ha resultado también en una menor emisión de gases de efecto invernadero por unidad de leche.
“Los países con un bajo crecimiento en la productividad buscarán producir más alimentos usando estrategias de producción agrícola que no conservan los recursos existentes, tales como la conversión de bosques y pastizales para el cultivo de productos agrícolas, o una mayor dependencia en productos (semillas, fertilizantes o pesticidas) o una mayor fuerza laboral”, explicó Zeigler. “Esto significa una gran carga para los suelos en todo el mundo, el agua y recursos de capital humano, lo que hará que las próximas generaciones difícilmente satisfagan sus propias necesidades de comida”.
El reporte deja en claro que el mejoramiento sistémico es clave para un crecimiento sustentable de la oferta, pero, con frecuencia, países de bajos ingresos no cuentan con los recursos y la experiencia necesaria para lograrlo. Por lo que Zeigler hizo énfasis en la importancia de asociaciones y colaboraciones entre agricultores y productores locales con el sector privado, las organizaciones no gubernamentales y las agencias internacionales que pueden ayudar en este tema.
El sector privado debería ayudar aún más en el desarrollo de más y mejor infraestructura, mientras que quienes diseñan políticas deberían estar proponiendo acuerdos de comercio agrícola y políticas públicas de apoyo.
Todo esto con el objetivo de mantener los precios bajos para los agricultores y consumidores, para mejorar el crecimiento sostenible y ecológico, y fortalecer la salud pública. Alcanzar el cumplimiento de estos objetivos suena como un reto desalentador, pero el costo de no hacerlo es también alto.
“En adición al crecimiento del número de personas que sufren hambre, estas tendencias perturbadoras requieren acciones urgentes”, concluyó Zeigler. “Esperamos que el reporte sea un llamado a la acción”, finalizó.
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