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La transparencia es rara en los paisajes donde hay humedales. Los remansos de agua de las turberas tropicales se abren paso entre los islotes formados en el río por la acumulación de tierra antigua y materia orgánica en descomposición desde hace cientos o miles de años: la turba. Ésta, se filtra en el agua y la vuelve de una negro tan denso que si metemos la mano tan sólo a unos centímetros debajo de la superficie, dejaríamos de verla.
En años recientes las turberas tropicales han figurado entre los paisajes más importantes del planeta.
Juntas, las turberas de la región Amazónica, de Indonesia y de la Cuenca del Congo cubren unos 50 millones de hectáreas; y cada una de ellas es capaz de almacenar hasta 3,000 toneladas de carbono.
Aún así, es poco lo que se sabe de ellas.
¿Qué tan anegada necesita estar la tierra negra para secuestrar el carbono que se supone debe retener?, ¿cómo funciona realmente el sistema hidrológico de la turba?, ¿cómo afectan los patrones climáticos como El Niño los regímenes hídricos de las turberas en diferentes lugares?, ¿cómo afectan la composición química del suelo de la turba y su antigüedad a las ecuaciones climáticas?, hay tantas preguntas pendientes…
Las turberas de la Cuenca del Congo conocidas como Cuvette Centrale (Cuenca Central en francés) fueron descubiertas apenas en el año 2012. Éstas se extienden a través de la República del Congo y de la República Democrática del Congo (RDC), y almacenan más carbono bajo la superficie que todos los bosques de la Cuenca del Congo.
Las turberas tropicales se han convertido en la cuerda de un juego de estira y afloja, en el que por un lado están los esfuerzos que buscan el desarrollo en el hemisferio sur, y por el otro la restauración y feroz protección de estos paisajes, que pueden ayudarnos a luchar con vehemencia contra el calentamiento global y los peligros del cambio climático.
Para lograr que ambas partes suelten la cuerda, y en lugar de verla como una batalla la vean como la herramienta que puede unir ambos objetivos, algunos científicos han estado estudiando con urgencia las turberas tropicales, a fin de entender sus similitudes y diferencias y descubrir su funcionamiento.
Por ejemplo, una edición especial de la revista científica Springer titulada Estrategias de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático (disponible sólo en inglés) reúne la información más reciente en cinco estudios, tres llevados a cabo en Perú, uno en Indonesia, y uno más en la Cuvette Centrale.
Los hallazgos buscan informar las políticas y proteger estos paisajes alrededor del mundo de manera holística, y no en fragmentos; para ver a los gobiernos trabajar juntos en la gobernanza de las turberas a nivel nacional y para incorporarlas en la agenda global, incluyendo las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés) para el Acuerdo de París, las acciones nacionales apropiadas de mitigación (NAMAs, por sus siglas en inglés) y los programas de REDD+.
“Es un documento vivo, si así lo quieres ver”, dijo Daniel Murdiyarso, investigador principal del Centro para la Investigación Forestal Internacional, quien dirigió la creación de la edición especial de la publicación. “En el resumen enfatizamos la cooperación Sur-Sur, en términos de aprender a partir de los conocimiento de los demás”.
Lecciones de Indonesia
Indonesia – ahora para bien, pero por las malas experiencias que ha sufrido, está en la posición de ser el padrino del conocimiento de las turberas tropicales. Si bien los incendios de las turberas en el país llegaron al punto de convertirse en un cataclismo en el año 2015, ya habían sido problemáticos desde la década de 1980, cuando el crecimiento de la explotación forestal y el Gran Proyecto del Arroz del gobierno drenaron y dañaron las turberas.
Viendo el lado positivo, esta experiencia ha llevado a contar con más investigaciones en Indonesia que en otros países, y ha significado mayor poder político para prevenir estos desastres en el país.
Al respecto, la Agencia Nacional de Restauración de Turberas (BRG, por sus siglas en indonesio) asesora directamente al presidente y busca restaurar 2.4 millones de hectáreas de turberas degradadas para el 2020. Además, desde hace muy poco tiempo, Indonesia lidera el Centro Internacional de Turberas Tropicales (ITPC, por sus siglas en inglés), fundado en asociación con la República del Congo y la RDC. Su secretariado interino se encuentra en Bogor, una ciudad cercana a Yakarta, y es el centro principal, a nivel mundial, para la investigación y elaboración de políticas relacionadas con estos paisajes.
“El nivel de degradación en Indonesia es catastrófico, pero existe voluntad política para tratar de revertir este proceso. Es por eso que Indonesia está tan dispuesta a compartir lecciones con sus contrapartes”, aseguró Murdiyarso.
La oportunidad de Perú
Uno de los artículos de la edición especial, cuyo autor principal es Erik Lilleskov, investigador ecologista del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América y coeditor del ejemplar, analiza por qué Perú parece tener un grupo de políticas de desarrollo similares a las de Indonesia en la última parte del siglo XX, “en relación a la falta de protección reglamentaria o explícitamente legal de las turberas ante el desarrollo”. Aún así, Perú también tiene aproximadamente 50 por ciento más turberas bajo un status formal de conservación que el archipiélago, una “oportunidad para trazar un camino diferente al de Indonesia”.
En Perú, la principal franja de turberas se localiza al este de la cordillera de los Andes, en la cuenca del río Pastaza-Marañon, cubierta principalmente por el delgado ramaje de la palmera Mauritia flexuosa, cuyas delgadas frondas se levantan como las puntas de los dientes de un tenedor. Pero el suelo aquí se erosiona en partes, y la composición florística de sus árboles y arbustos también está cambiando.
Un artículo diferente, dirigido por Rupesh Kumar Bhomia, bioquímico especialista en humedales de la Universidad de Florida, cree que esto pueda deberse al sinuoso trayecto de los ríos de la región, o a que las frutas de estos árboles, ricas en proteínas, son cosechadas en grandes cantidades por la gente de la zona como alimento para ellos mismos y para sus animales.
“Los existentes bosques pantanosos de palmas y sus depósitos de turba son el resultado de varios procesos impredecibles y dinámicos que han estado en constante actividad por miles de años, y los trastornos provocados por la actividad humana tienen que ser minimizados para mantener la continuidad de esos procesos”, asegura Bhomia en su artículo.
Turberas africanas
En la Cuvette Centrale, las personas que habitan la zona parecen estar viviendo en armonía con las turberas.
“Aunque mirada desde afuera muchos la consideran área silvestre”, una cantidad considerable de personas habitan la Cuvette Centrale, señala un documento liderado por Greta Dargie, de la Universidad de Leeds, investigadora famosa por ser la primera en documentar estas turberas en el 2012. Sus habitantes son principalmente personas que pertenecen al grupo étnico bantú, que arribó a estas tierras hace aproximadamente dos mil años y que subsiste de la pesca, de la agricultura de pequeña escala de yuca y plátano, y del cuidado de unas cuantas cabras y gallinas.
“A través de observaciones personales, el impacto de los residentes locales en los ecosistemas de la turbera es probablemente menor y relativamente sostenible en su forma actual”.
En todo caso, el desarrollo socioeconómico es la mayor preocupación en ambos países, donde aproximadamente 29,000 kilómetros cuadrados de las turberas están concesionados a compañías de extracción forestal. Hasta ahora, una moratoria en la explotación forestal en la RDC ha logrado detener las operaciones antes de que éstas comiencen, pero el gobierno está considerando levantar el bloqueo.
La RDC también ha estado planeando la construcción de presas desde la década de 1950, pero el documento afirma que es difícil saber con exactitud cómo las presas podrían afectar al sistema hidrológico de las turberas. Es muy probable que haya un incremento, en los próximos años, en la inversión para aprovechar las palmas aceiteras africanas, lo que nos lleva a escenarios igualmente ambiguos.
“En la Cuvette Centrale, un futuro hipotético que consista en altos precios de las mercancías, un mejor acceso a los mercados a través de caminos y ríos, temperaturas elevadas y sequías más frecuentes, podría replicar las condiciones que desembocaron en los catastróficos incendios de las turberas en Indonesia”, concluye el artículo de Dargie.
Amenazas y oportunidades
El posible desarrollo de las enormes reservas de petróleo y gas que yacen bajo las turberas en Perú amenaza su permanencia. Actualmente, son contados los caminos que conectan a la región Pastaza-Marañón con el resto del país, lo que ha permitido que sus turberas permanezcan aisladas. Pero una declaración reciente sobre la construcción de una carretera a lo largo del borde norte del bloque de turberas, uniéndolo a la red de caminos costeros, haría mucho más fácil acceder y explotar estos paisajes. El hecho de que las turberas de Indonesia se encuentren en la costa y estén bien conectadas a centros urbanos a través de caminos y cuerpos de agua ha sido fundamental en su desarrollo y degradación.
Si se han de extraer el petróleo y el gas, señala el artículo de Lilleskov, sería mejor hacerlo a través de un ‘modelo que replique la extracción marítima pero hecha tierra adentro’, que no facilite la conexión o la migración humana a las turberas. Por ejemplo, se podrían emplear helicópteros para transportar los recursos fuera de la zona.
El riesgo e impacto de los incendios en la turba son también mínimos si se mantienen lejos personas y empresas.
Las turberas, por naturaleza, nunca deberían estar secas, pero si lo están, son altamente inflamables; y por la profundidad del suelo de la turba, los incendios son difíciles de apagar una vez que han comenzado a arder.
Plantaciones de cultivos comerciales que han reemplazado bosques exuberantes con productos de monocultivo, que requieren un uso intensivo del agua y que absorben la humedad de la tierra, pueden convertir pequeños infortunios, como dejar caer un cigarro encendido o una chispa perdida, en incendios de rápido avance cubriendo áreas enormes y liberando carbono que ha estado almacenado por siglos, o incluso milenios.
El brote de fuegos dañinos ha sido mucho menor en Perú y la Cuvette Centrale que en Indonesia. Esto es, sin duda, debido a que las turberas de Indonesia han sido explotadas extensamente, pero lo que los científicos todavía no conocen es el rol que tiene el clima en relación a la probabilidad de los incendios.
Las turberas de Perú, por ejemplo, no parecen haberse quemado más durante los eventos de El Niño –que fue un factor en Indonesia durante la crisis de incendios en el 2015– pero no es claro cómo el desarrollo podría interactuar con patrones climáticos inestables.
“Podríamos especular que la actividad humana aumenta la probabilidad de que se inicie un incendio, pero la variación climática en espacio y tiempo probablemente determinan su velocidad”, explica el documento de Lilleskov sobre Perú.
Mientras que en la Cuvette Centrale hipótesis en conflicto sobre el clima dejan a las lluvias futuras con un gran signo de interrogación, donde algunos predicen una reducción (lo que causaría sequía y un elevado riesgo de incendios) y otros un incremento.
Muy pronto, afines de este año, la RDC celebrará elecciones presidenciales, y el próximo año sucederá en El Congo y en Indonesia. A Murdiyarso, quien durante la mayor parte de su carrera ha trabajado de forma cercana al gobierno de Indonesia para informar sus políticas ambientales, le preocupa que la actual voluntad entre los gobiernos y hacia los paisajes no sea consecuente.
“Realmente, la forma de motivar las políticas es la agenda global, logrando que las reservas de alta concentración de carbono en ecosistemas únicos sean protegidas y que contribuyan de forma significativa a la mitigación del cambio climático”, agregó.
“Pero eso no es suficiente solo con acercar a los políticos a la agenda global. Ellos quieren tener una opinión, o al menos un relato, que tenga relación con su agenda nacional”, dice Murdiyarso.
Considera que “quienes diseñan las políticas parecen estar abiertos a la oportunidad de aprender tan pronto como sea posible” y el nuevo centro internacional de turberas tropicales en Bogor, junto con el creciente número de investigaciones provenientes de todo el mundo y llegando a los escritorios de los encargados de la toma de decisiones son razones para seguir siendo optimistas.
“Las turberas son una oportunidad de oro para las soluciones basadas en la naturaleza. Realmente, estamos llegando a la siguiente frontera con este proceso”.
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