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En un estudio único en su tipo publicado en la revista Nature el año pasado, los científicos del Instituto Internacional para la Sostenibilidad (IIS) en Río de Janeiro, Brasil, encontraron que priorizar donde ocurre la restauración de los ecosistemas puede tener un gran impacto en el logro de objetivos ambientales claves, al tiempo que se reducen sustancialmente los costos de la restauración.
El estudio Global priority areas for ecosystem restoration (Áreas de prioridad global para la restauración de los ecosistemas) y su enfoque de planificación espacial de criterios múltiples contribuirán al análisis técnico y científico de los objetivos y metas mundiales en las próximas reuniones del Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas, apunta uno de los autores del artículo, David Cooper, quien también es subdirector ejecutivo del CDB.
Estas discusiones contribuirán a las negociaciones finales del nuevo marco mundial para la conservación de la biodiversidad, que será presentado por el CDB a finales de este año y dará forma a las agendas nacionales e internacionales para la biodiversidad hasta 2030.
“El lugar realmente importa”, afirma Cooper, resumiendo uno de los principales hallazgos del estudio. “No se trata solo de hectáreas. Se trata de priorizar. Con la priorización se puede obtener más biodiversidad y otros beneficios, incluidos los beneficios climáticos de un área más pequeña”.
Liderado por Bernardo Strassburg, cofundador y director del IIS, un equipo de 27 investigadores en 12 países utilizó una plataforma de optimización llamada PLANGEA para evaluar 2870 millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo que han sido convertidas a tierras de cultivo. Descubrieron que el retorno a la naturaleza de solo el 15 % de estas áreas podría evitar la extinción del 60 % de la vida silvestre amenazada y secuestrar casi 300 gigatoneladas de dióxido de carbono. Y si el porcentaje de restauración aumenta a 30 %, podrían evitarse el 72 % de las extinciones.
Asimismo, el estudio señala que se secuestrarían unas 465 gigatoneladas de dióxido de carbono, es decir, más del 45 % del carbono acumulado en la atmósfera desde la Revolución Industrial.
Muchas de las áreas de máxima prioridad se encuentran en regiones tropicales, incluido el sudeste asiático, el Caribe y las zonas costeras de África occidental y América del Sur.
Para llevar a cabo el estudio, los científicos emplearon un mapa de la Agencia Espacial Europea que dividió la superficie de la Tierra en una cuadrícula de parcelas clasificadas por ecosistemas: bosques, humedales, matorrales, pastizales y regiones áridas. Los investigadores desarrollaron “un enfoque de criterios múltiples para optimizar varios resultados de la restauración (conservación de la biodiversidad, mitigación del cambio climático y costos), que explica detalladamente las diferencias específicas del bioma en los resultados de la restauración”, afirma el documento, “y lo aplicaron a nivel mundial y en todos los biomas terrestres”.
Fundamentalmente, descubrieron que la restauración de áreas prioritarias utilizando su marco de criterios múltiples puede hacer que la restauración sea 13 veces más efectiva que ceñirse a un solo criterio en una parcela de tierra determinada.
“La restauración y la conservación son dos de las medidas más eficaces en función de los costos, que nos permiten abordar múltiples desafíos globales simultáneamente”, dice Strassburg. “Y demostramos que si planificamos estos resultados desde el principio –al mismo tiempo– eso hace una gran diferencia”.
Si bien los bosques son importantes, todos los ecosistemas tienen un papel que desempeñar en la regulación del clima y la protección de la biodiversidad, indica el director del IIS. Dar prioridad a la conservación y restauración de humedales es un excelente ejemplo. “Si se restaura una hectárea de humedal”, señala, “realmente se contribuye proporcionalmente más a una especie que depende de los humedales, recuperando una fracción mayor de su hábitat. Y de hecho, hay bastantes especies que dependen de los humedales. En cuanto al carbono, especialmente el carbono debajo del suelo, una enorme cantidad de biomasa es secuestrada si se restaura este ecosistema”.
El CDB, explica Cooper, está trabajando con el IIS para aplicar ahora el marco PLANGEA en diferentes países y regiones para ayudarlos a priorizar sus objetivos de restauración. “Es solo una herramienta”, especifica. “No queremos que esto sea visto como algo prescriptivo, sino como algo que tiene que ser resuelto a nivel internacional, a nivel local, [incluyendo] lo que las comunidades locales y los pueblos indígenas tengan que decir al respecto, y luego también analizando la necesidad de servicios ecosistémicos más allá de los que se analizan aquí. Por lo tanto, la restauración de un paisaje, incluso si no es óptimo para la biodiversidad, por ejemplo, puede ser realmente importante en términos de servicios locales que apoyan la agricultura, como la polinización, la calidad del agua y otros servicios”.
Instituciones involucradas con la conservación y restauración en México, la República Democrática del Congo y la India ya están interesadas en usar el marco. “Nosotros, en el contexto del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, trabajaríamos con ellos para explorar algunas de estas opciones, para ver cómo podemos adaptarlas a las necesidades de esos países”.
El Decenio para la Restauración de los Ecosistemas, que se lanzará en junio de 2021 y se extenderá hasta 2030, busca abordar los desafíos globales y lograr los objetivos de desarrollo sostenible a través de los beneficios que brinda la restauración de los ecosistemas.
De hecho, dice Cooper, “cuanto mayor interés exista en la productividad agrícola de una manera sostenible, más se podrá avanzar en la restauración y la conservación”.
Existen sinergias entre restaurar la productividad de los sistemas agrícolas degradados y aumentar la biodiversidad, lo cual da como resultado el uso de menos tierra para producir más alimentos de forma sostenible.
“Así que si estamos restaurando una fracción de un paisaje agrícola hacia una vegetación más nativa, mientras tratamos de restaurar o rehabilitar áreas agrícolas degradadas, estas podrían ser y se esperaría que sean dinámicas sinérgicas”, explica Cooper. “La vegetación nativa puede impulsar beneficios como la regulación del agua, la creación de reservorios para los polinizadores y la detención de la erosión, entre otros. Y por lo tanto, si con esa combinación de elementos aumenta la productividad de las tierras agrícolas, se necesita menos de ella”.
El marco de priorización significaría que algunos países podrían restaurar más tierras que otros. “Debería analizarse caso por caso y país por país”, indica, “a través de un enfoque participativo”.
“Se pueden lograr avances importantes en la colaboración internacional”, señala Strassburg. “Si los países colaboran y restauramos tanto como sea posible en áreas prioritarias bajo una aproximación global, será mucho más contundente para abordar los desafíos que debemos superar, y además será más barato”.
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