Un gorrión en una rama. Foto: Олександр К, Unsplash

Lo que la peor hambruna del mundo puede enseñarnos sobre el control de la naturaleza

La Gran Hambruna china fue una de las peores catástrofes provocadas por el hombre de todos los tiempos. Esto es lo que podemos aprender.
25 agosto 2025
[gspeech]

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Corría el año 1958 y se veían gorriones caer del cielo por toda China.

Pero no morían por causas naturales. Los derribaban con resorteras o pistolas, o morían de agotamiento mientras hordas de personas los ahuyentaban golpeando cacerolas y sartenes para impedirles aterrizar.

Este horrible espectáculo formaba parte de la Campaña de las Cuatro Plagas, una iniciativa de salud pública lanzada por el líder comunista Mao Zedong contra moscas, mosquitos, ratas y gorriones.

La matanza masiva de estas “plagas” fue una muestra descarnada de la creencia de Mao de que los humanos deben “conquistar la naturaleza“. Pero, ¿a qué precio?

Algunos estudios han relacionado la campaña contra los gorriones con la Gran Hambruna china, al concluir que la erradicación de los gorriones eliminó un depredador clave, lo que permitió que las langostas surgieran y consumieran las cosechas de grano.

Otras investigaciones apuntan a problemas sistémicos más profundos, especialmente con la campaña masiva de Mao del Gran Salto Adelante, un ambicioso programa que pretendía ampliar drásticamente y colectivizar la industria pesada china mediante la creación de “comunas populares”.

En cambio, acabó provocando la peor hambruna de la historia, que cobró entre 30 y 55 millones de vidas.

Cuando se silencia la ciencia

Cuando el Partido Comunista Chino tomó el poder en 1949, China luchaba contra enfermedades infecciosas generalizadas que incapacitaban y mataban a millones de personas.

En respuesta a esta crisis de salud pública, Mao lanzó la Campaña de las Cuatro Plagas en un intento de eliminar a los portadores de enfermedades, en particular mosquitos, ratas y moscas.

La cuarta “plaga” de la lista era el gorrión, del que se creía que reducía la producción de grano, compitiendo así con las personas por la comida.

Cartel chino de 1958 que promociona la Campaña de las Cuatro Plagas. Foto vía Wikimedia

El gobierno chino ordenó a sus ciudadanos que atraparan y mataran todos los gorriones que pudieran. El resultado fueron cientos de millones de aves muertas, que casi se extinguieron.

Pero al final la campaña resultó terriblemente contraproducente: sin gorriones para controlarlas, las langostas infestaron los campos de cereales y devastaron la producción agrícola.

La campaña de matanza de gorriones no fue la única causa de la hambruna, pero sí un síntoma de un problema más profundo: ¿qué ocurre cuando los dirigentes políticos ignoran la ciencia?

Durante el Gran Salto Adelante, Mao lanzó la Campaña Antiderechista, creando un clima que silenciaba toda forma de disidencia, incluida la de los científicos que advertían de que matar gorriones perjudicaría el rendimiento del grano.

La hambruna que siguió fue una crisis compleja provocada por una combinación de problemas estructurales, como políticas agrícolas deficientes, represión política y mala gestión sistémica.

“Muchas veces el pueblo chino decía que Mao era un gran soldado, pero que no entendía el desarrollo”, afirma Judith Shapiro, autora de La guerra de Mao contra la naturaleza.

La idea de una acción masiva de arriba hacia abajo puede ser bienintencionada, pero ¿qué hacer cuando el emperador se equivoca?

Según las entrevistas de Shapiro, algunos científicos se sentían impotentes para intervenir: “Sabíamos que estaba mal, pero no podíamos decir nada porque nos criticaban”.

Una foto propagandística del Gran Salto Adelante muestra a unos niños sobre un enorme montón de grano, para mostrar abundancia, pero era falsa, con un banco oculto bajo el grano. Foto: Trans-Asia Photography Review Images

Mientras tanto, presionados para cumplir unos objetivos de producción poco realistas, “los dirigentes locales mentían para ganarse el favor de los dirigentes superiores sobre la cantidad de grano que producían”, afirma Shapiro.

La matanza de gorriones, sugiere, se debió en parte a la supresión de la libertad de expresión, que permitió que políticas profundamente erróneas quedaran sin control.

“Este tipo de desinformación y la extracción de grano del campo para alimentar a las ciudades ―e incluso a los aliados internacionales― creo que está aún más en la raíz de la hambruna”.

Incluso la propia hambruna se mantuvo en secreto: durante años, muchos chinos urbanos ignoraron felizmente lo que estaban sufriendo sus homólogos rurales.

Este sombrío capítulo de la historia china sirve para recordar que la desinformación no es sólo cosa del pasado.

Por el contrario, la desinformación sobre el clima está hoy más extendida que nunca y está socavando el apoyo público a la acción climática que necesitamos.

Reunir a las tropas

Entonces, ¿ha aprendido China alguna lección de los errores que condujeron a la peor hambruna del mundo?

En algunos aspectos, poco ha cambiado en las respuestas de salud pública del país. El modelo maoísta de Campañas Patrióticas de Salud Pública (PPHC, por sus siglas en inglés) sigue muy vivo hoy en día, haciendo hincapié en una amplia participación pública.

Al igual que la Campaña de las Cuatro Plagas, las respuestas de China a la epidemia de SRAS y a la pandemia de COVID-19 incluyeron gritos de guerra similares para derrotar a los virus mediante una gran acción coordinada de masas.

“Todas las campañas se presentaban como esfuerzos patrióticos en los que toda la comunidad se unía y se movilizaba”, afirma Miriam Gross, profesora de historia china y asiática moderna y de estudios internacionales y regionales en la Universidad de Oklahoma.

Según la investigación de Gross, estas campañas masivas actuales pueden haber sido impulsadas por la escasez de personal médico, de ahí la necesidad de restablecer la confianza del público mostrando performativamente que el gobierno estaba tomando medidas decisivas.

Un cartel de 1968 exigiendo lealtad a Mao: “Todos deben pensar en el Presidente Mao, todos deben obedecer al Presidente Mao, todos deben seguir de cerca al Presidente Mao, todos deben actuar como el Presidente Mao”. Foto: Carteles chinos

De hecho, China recuperó la Campaña de las Cuatro Plagas en su respuesta al SRAS en 2003, afirma Gross, aunque sustituyendo los gorriones por cucarachas y ampliándola para incluir a los perros.

Independientemente de si tuvo algún efecto en la prevención de la propagación de la enfermedad, galvanizó con éxito al público porque convirtió un problema de salud abstracto en una amenaza visible, culpando de las enfermedades a plagas tangibles como ratas y mosquitos.

“Es el tipo de objetivo que tiene una lógica real para la gente corriente”, dice Gross. “Creo que son un blanco fácil, porque todo el mundo los odia, ¿no? No es como un dulce y lindo mamífero”.

Pero al ofrecer “sustitutos” simbólicos de enfermedades invisibles, las campañas de exterminio masivo no consiguieron fomentar una verdadera comprensión de la prevención ni abordar la causa real: los agentes patógenos.

“Los patógenos son inimaginables, no son un concepto de enfermedad que esté ahí”, argumenta Gross, “así que toda la idea de asistencia sanitaria preventiva ―de campañas para eliminar algo antes de que ocurra― no funciona con las otras causalidades de enfermedad”.

“Han ideado lógicas que parecen legitimar las locuras que se les piden”, añade.

¿Arreglar el clima o romperlo?

La conquista de la naturaleza era un principio central del maoísmo, que vio cómo se publicaban carteles de propaganda con lemas como “haz que las montañas inclinen la cabeza y los ríos cedan”.

“Es interesante la idea de que la fuerza de la voluntad humana y la organización humana pueden hacer que la naturaleza cambie su comportamiento fundamental y modifique sus leyes”, afirma Shapiro.

La historia ofrece numerosos ejemplos de seres humanos que han intentado controlar la naturaleza sin éxito: desde trocear estrellas de mar hasta disparar a los emús con ametralladoras.

Y aunque es imperativo tomar medidas contra la creciente crisis climática, corremos el riesgo de repetir más de los mismos errores si intentamos modificar los sistemas de la Tierra, por ejemplo, mediante la geoingeniería solar, un método cuyos efectos aún no se conocen bien.

Estas intervenciones a gran escala pueden tener consecuencias imprevistas que, en el peor de los casos, podrían reproducir los desastrosos resultados de la Campaña de las Cuatro Plagas.

“La creencia en algún tipo de solución rápida es arriesgada”, afirma Shapiro. “Durante el periodo de Mao, existía la idea de que, movilizando a todo el mundo, podrían alcanzar a Rusia y lograr el comunismo de la noche a la mañana”.

“Hoy es terriblemente urgente hacer frente a nuestras crisis medioambientales”, añade, “pero tenemos que tener cuidado si alguien propone algún tipo de solución tecnológica que no esté muy probada”.

Acercarse a la naturaleza con más humildad

La Gran Hambruna china fue un recordatorio sombrío de los riesgos de intentar controlar la naturaleza en lugar de trabajar con ella.

La actividad humana ha llevado a muchos ecosistemas al borde del abismo, pues sólo un 3% de la superficie terrestre permanece intacta, e incluso las soluciones tecnocráticas bien intencionadas pueden caer a veces en la trampa de simplificar en exceso el funcionamiento real de la naturaleza.

Esa tendencia persiste. Como señala Gross, las intervenciones modernas suelen estar condicionadas por ciclos electorales o de financiación cortos, que tienden a favorecer soluciones rápidas y fáciles de vender: “una solución simple, de talla única, es mucho más fácil de vender a los financiadores”.

Pero eso no significa que sea el único camino. Reconocer estas presiones puede allanar el camino a diseños o soluciones más inteligentes y meditadas que equilibren la urgencia con los matices y la adaptabilidad.

“Creo que la participación pública y la sociedad civil son muy importantes”, afirma Shapiro. “Por un lado, las políticas de arriba hacia abajo no se van a aplicar bien si la gente no las entiende y no las acepta, y si no ha tenido voz en su creación”.

Además, las catástrofes del pasado ofrecen a los científicos, responsables políticos y comunidades de hoy una valiosa visión retrospectiva.

Nos recuerdan que las intervenciones a gran escala pueden tener consecuencias imprevistas y potencialmente devastadoras, sobre todo si se ignoran las voces críticas y se simplifican en exceso los relatos.

“Ten un poco más de humildad ante la naturaleza y un poco más de aprecio por la sabiduría de la naturaleza”, aconseja Shapiro. “La biodiversidad se ha creado conjuntamente: co-creado, co-evolucionado durante siglos y siglos”.

“A veces deberíamos ir un poco más despacio”.

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