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La vida silvestre y la vegetación no son cartas de presentación de la Ciudad de México.
Sin embargo, ello no quita que la quinta metrópolis más grande del mundo pueda albergar al mismo tiempo a más de 21 millones de personas y casi 4000 especies de flora y fauna, en un espacio donde alrededor del 15 % de su área total lo conforman parques nacionales y otras áreas protegidas.
Las respuestas a su gran diversidad se encuentran en el exuberante pasado de la ciudad. El extenso conjunto de urbes tuvo su origen en la capital azteca, Tenochtitlán, una ciudad construida en una isla pantanosa en el lago Texcoco, uno de cinco lagos interconectados rodeados por montañas y volcanes.
Durante el siglo XV, los aztecas construyeron una sofisticada red de canales, diques y presas para proteger Tenochtitlan de las aguas circundantes, así como acueductos para transportar el agua dulce de los manantiales ubicados en tierra firme. Y un anillo de chinampas, o jardines flotantes, se erigió alrededor de la isla para alimentar a sus 200 000 habitantes.
Cuando los españoles llegaron en 1519, quedaron deslumbrados al ver a la “Venecia de Mesoamérica” ante sus ojos, una magia que se desvaneció cuando procedieron a asediar y saquear la ciudad en 1521. Los colonizadores luego construyeron una nueva capital sobre las ruinas, antes de drenar los lagos para evitar inundaciones.
Hoy, la Ciudad de México se hunde lentamente a medida que el lecho del lago cede, mientras que sus cimientos de arena y arcilla la dejan altamente vulnerable a los terremotos. Paradójicamente, la ciudad ahora lidia con la escasez de agua incluso cuando algunos de sus vecindarios son propensos a inundaciones regulares, ya que sus superficies de concreto y asfalto impiden que los acuíferos subterráneos se repongan naturalmente.
Cinco siglos después de abandonar la filosofía azteca de trabajar con la naturaleza, la Ciudad de México está volviendo a sus raíces: en 2019, se asoció con la Iniciativa para la Financiación de la Biodiversidad (BIOFIN por sus siglas en inglés) del PNUD para aumentar sus inversiones en conservación.
La capital mexicana actualmente gasta el 5.5 % de su presupuesto en biodiversidad. Pero en lugar de simplemente aumentar ese gasto, BIOFIN está trabajando con el gobierno de la ciudad para hacer un mejor uso de sus recursos.
“Tenemos que trabajar para utilizar nuestro dinero de manera más eficiente, porque podemos lograr mucho más con el dinero que ya tenemos”, dice Onno van den Heuvel, gerente global de BIOFIN. “También tenemos que buscar reajustar nuestros recursos para lograr más. Si no, será una oportunidad perdida”.
Con la ayuda de BIOFIN, la ciudad ha revisado el desempeño de su fondo ambiental y, luego de una convocatoria abierta, nombró un nuevo administrador para ayudar a gestionar el fondo de manera más efectiva. Esto ha permitido a la ciudad ahorrar alrededor de MXN 40 millones (USD 2 millones) en costos operativos y de transacción, que ahora está redirigiendo hacia fines de conservación, incluido el diseño de programas de carbono forestal en los bosques urbanos, la reforestación y la creación de paisajes amigables para los polinizadores, pagos por servicios ambientales y el desarrollo de capacidades para la reforestación en terrenos urbanos.
Esta metodología se basa en los lineamientos de BIOFIN, así como en la metodología SEEA utilizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México. Los primeros resultados estarán disponibles durante el primer trimestre de 2021.
Y a medida que la crisis climática conduce a una creciente escasez del agua, la ciudad está creando una nueva entidad para impulsar inversiones ecológicas en infraestructura, energía renovable, transporte y resiliencia climática. Sin embargo, actualmente carece de la experiencia interna para evaluar proyectos potenciales.
“La agencia no tiene una estructura sólida de personal especializado en finanzas verdes”, señala Daniela Torres, coordinadora nacional de BIOFIN para México. “Así que estamos trabajando para definir: ¿qué es un proyecto verde y cómo puede la agencia evaluar y seleccionar proyectos verdes en los que invertir?”
“Estamos seleccionando metodologías para evaluar estos proyectos y medir el impacto que generará la agencia a través de sus inversiones”, explica.
A pesar de los avances a nivel municipal, el gobierno federal de México ha mostrado poco interés en la conservación. A medida que la institución ambiental del país enfrenta recortes, Torres cree que es más crucial que nunca atraer a inversionistas privados.
“Al día de hoy, la ciudad no está trabajando activamente con los sectores privado y financiero, pero estamos tratando de cerrar esta brecha y movilizar más fondos de estas fuentes”, afirma.
A nivel nacional, BIOFIN se ha asociado con NUUP, una ONG que busca ayudar a los pequeños productores de alimentos a acceder al mercado, para lanzar un fondo de aceleración que brindará USD 150 000 por año en apoyo financiero y técnico a proyectos de bioeconomía en todo México. El fondo tiene como objetivo construir un modelo de negocios para la biodiversidad, catalizando inversiones privadas en actividades como la acuicultura y la producción de café, miel y mezcal.
“El dinero de BIOFIN actuará como un disparador para atraer fondos de otras fuentes para estos proyectos”, dice Torres. “Esto demostrará que los modelos de negocio de la bioeconomía pueden ser financiables, rentables y también ambientalmente sostenibles”.
Un proyecto que se ha beneficiado del fondo es Cafecol, una asociación de productores cafeteros que recibió USD 15 000 para crear un fondo renovable para apoyar a los agricultores del estado de Veracruz en la producción de café de alta calidad para exportar a Europa. Más de 100 productores se beneficiarán del fondo, lo cual les permitirá vender café a precios alrededor de un 40 % más altos que en el mercado convencional.
“Casi el 40 % de estos productores son mujeres, por lo que hay un componente de género muy importante”, agrega Torres. “Tendrá un impacto positivo en la deforestación, la gestión sostenible de la tierra y los modelos de organización comunitaria”.
“Si tiene éxito, este modelo abrirá la puerta a nuevos canales de venta fuera de México, por lo que será un gran hito para los proyectos de bioeconomía aquí, beneficiando la conservación de la biodiversidad y el uso sostenible, así como a las comunidades locales que dependen de ella”.
Este artículo fue elaborado en colaboración de la iniciativa BIOFIN del PNUD.
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