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Entre los muchos efectos colaterales que trajo la COVID-19, se ha evidenciado un repunte considerable en la demanda de una de las materias primas más atractivas del mundo: el oro.
En el mundo financiero, el oro es considerado un “valor de refugio” en tiempos turbulentos, ya que los inversionistas huyen de los activos de alto riesgo y se abastecen de lingotes o títulos mineros relacionados como reserva de valor. El precio del oro aumentó en un 40 % en un lapso de cinco meses durante la pandemia del año pasado.
Pero los efectos en cadena que esta fiebre del oro tiene sobre el medioambiente aún no han sido estudiados ampliamente, en particular sus impactos sobre uno de los focos de biodiversidad más famosos del mundo: la Amazonía. La minería de oro no solo pone en peligro la salud de unos 3 millones de especies de esta gran selva tropical, sino también la de las comunidades locales y los pueblos indígenas cuando el elemento es extraído de una manera no sostenible.
Cuando se deforestan los paisajes amazónicos para despejar la tierra para la minería, se liberan gases de efecto invernadero de los árboles y el suelo, los cuales almacenan el equivalente de alrededor de cuatro o cinco años de emisiones de carbono de origen humano. Y a su vez, los cambios en el paisaje inhiben la capacidad de la Amazonía para regular los patrones climáticos globales.
Se estima que, en los últimos tiempos, el oro ha sido responsable de cerca del 10 % de la deforestación total de la Amazonía. En algunas zonas de un área conocida como el Escudo Guayanés, que se extiende a través de seis países en las regiones del norte de la Amazonía, la extracción de oro ha sido la causa del 90 % de la deforestación. Pero en Perú y Brasil, los países que poseen las dos áreas más extensas de la Amazonía, los efectos de la minería de oro se sienten con mayor intensidad.
No son solo los mercados financieros los que impulsan la extracción de oro en la Amazonía, ni simplemente la pandemia del COVID-19. La joyería, la electrónica, la odontología y muchos otros sectores mantienen alta la demanda de oro. Entonces, ¿qué se puede hacer para que esta sea actividad sea más sostenible?
Si bien los aumentos del precio del oro sin duda estimulan más actividades mineras, la “fiebre del oro” regularmente se apodera de comunidades vulnerables en la Amazonía, donde la extracción de oro artesanal y en pequeña escala ofrece un escape de la pobreza rural. Estas prácticas no reguladas se encuentran presentes en más de 80 países e involucran hasta 20 millones de personas, según la Fundación Amazon Aid.
El 20 % de la oferta mundial de oro es producido por este sector informal, según cifras de 2018 citadas por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED).
“Es poco probable que desaparezcan las minas de oro de superficie a pequeña escala, conocidas como garimpos en la Amazonía, dado que el sector emplea a 200 000 personas en la región”, dice Marcelo Oliveira, especialista en conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Brasil. “Es urgente minimizar su impacto a la par que se aborda el desarrollo social y económico de las comunidades locales”.
Una mejor regulación y aplicación de la ley son vitales para limitar este impacto. Sin embargo, esto ha resultado difícil en los últimos años.
En Perú, el quinto mayor productor de oro del mundo, las autoridades tomaron medidas drásticas contra las operaciones ilícitas en una zona conocida como La Pampa en 2019, sin embargo tiempo después surgieron nuevos focos informales en otras partes de la misma región, Madre de Dios.
A principios de este año, imágenes satelitales de la NASA confirmaron la magnitud de las actividades mineras de oro en Madre de Dios, captando fotografías vívidas de las operaciones de los “ríos de oro” que emplean a miles de mineros en este foco regional de biodiversidad.
“Hay 2419 garimpos operando legalmente en Brasil y un volumen acumulado de 16 687 en el proceso de obtener una licencia completa”, dice Oliveira. “Es importante incorporar a este último grupo de garimpos al sistema, al mismo tiempo que se fortalece la capacidad del gobierno para monitorear el sector y hacer cumplir las leyes que lo rigen”.
Operar dentro del sistema de manera sostenible permitiría a los mineros conservar sus medios de subsistencia y al mismo tiempo limitar su impacto sobre el medioambiente.
Otro aspecto de la regulación se refiere al uso de mercurio, una característica estándar de la minería no sostenible. Este metal tóxico es usado para separar el oro del sedimento de la roca, pero luego se abre camino hacia el aire, las vías fluviales y la cadena alimentaria, donde puede causar trastornos neurológicos y de otro tipo en las personas y la vida silvestre.
En 2017, el Convenio de Minamata entró en vigor bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en un esfuerzo por proteger la salud humana y el medioambiente de los efectos adversos del mercurio. Este pacto global ratificado por 128 países también contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, que tienen relevancia directa para la salud y el bienestar de los mineros de oro.
Actualmente, en Brasil, las operaciones mineras no tienen prohibido el uso de mercurio o cianuro. Sin embargo, el país es signatario del Convenio de Minamata y, como parte de su marco regulatorio, es urgente una eliminación gradual de su uso, dice Oliveira de WWF.
También se podrían considerar soluciones de mercado para la eliminación del mercurio. Estas podrían incluir el abastecimiento directo “de la mina al mercado”, que brindaría incentivos a los mineros artesanales y en pequeña escala para invertir en tecnologías libres de mercurio. Este enfoque podría negociarse con refinerías o fabricantes, como joyeros, a cambio de la adopción de prácticas mineras responsables, potencialmente con el apoyo de programas de certificación, según Oliveira.
El reconocimiento de los derechos territoriales de los indígenas también es un factor clave para prevenir la minería ilegal por parte de personas de fuera de la región y la explotación asociada con la mano de obra local. Por ejemplo, el pueblo Yanomami, en el norte de Brasil, está entre los más afectados tras décadas de intrusión de mineros de oro que destruyen los bosques y llevan consigo enfermedades infecciosas a las comunidades.
El año pasado, un tribunal brasileño ordenó la expulsión de alrededor de 20 000 mineros de oro ilegales de las tierras yanomamis para ayudar a prevenir una mayor propagación del COVID-19 en la reserva indígena.
“La minería ilegal es una amenaza para la existencia de las comunidades indígenas, afrodescendientes y locales en la región amazónica”, dice Omaira Bolaños, directora de los Programas de Justicia de Género y de América Latina de la Iniciativa de Derechos y Recursos en Washington D. C. “La pandemia ha proporcionado cobertura para que estas actividades se aceleren a un ritmo sin precedentes”.
Según Bolaños, el reconocimiento legal de los derechos sobre la tierra es solo un paso en el proceso de empoderamiento de estas comunidades para defender sus territorios y formas de vida. Los gobiernos, las autoridades ambientales y la sociedad civil también deben tomar medidas para ayudar a estas personas a proteger sus tierras.
“Las regulaciones que apoyan los derechos ambientales y de tenencia deben implementarse de una manera que permita a las comunidades mantener su existencia, sus culturas y sus medios de subsistencia, al mismo tiempo que se preserva la biodiversidad de las áreas boscosas”, dice.
Las prácticas mejoradas de extracción de oro también requieren involucrar a los consumidores y minoristas ubicados al final de la cadena de valor mediante sensibilización y promoción de los requisitos de certificación.
Organizaciones como Amalena, Fairtrade, Solidaridad y el Consejo de Joyería Responsable (RJC) ayudan a garantizar que el proceso de producción excluya a los proveedores no sostenibles, lo que da a los compradores más confianza en su compra de oro limpio.
La responsabilidad recae principalmente en el consumidor, quien debe ejercer una debida diligencia y pedir a los minoristas pruebas de prácticas sostenibles del sector en sus cadenas de suministro. Esto puede incluir el requisito de utilizar oro reciclado, el cual reduce la necesidad de practicar la minería, ya que para la producción se emplean piezas existentes de este escaso metal precioso. Sin embargo, es difícil determinar si se ha utilizado oro limpio en el proceso de reciclaje porque las cadenas de suministro de las refinerías no siempre son transparentes.
La joyería, que representa el 46 % del total de existencias de oro sobre la superficie en el mundo, es uno de los principales sectores que utilizan oro reciclado.
“El oro se ha valorado y extraído durante miles de años y siempre se recicla, por lo que prácticamente todo el oro que se ha extraído aún existe, de una forma u otra”, dice Iris Van der Veken, directora ejecutiva del Consejo de Joyería Responsable (RJC, por sus siglas en inglés) en Londres. “El oro es, por tanto, un producto extremadamente sostenible porque puede reciclarse infinitamente”.
El RJC dice que su oro reciclado solo puede procesarse a partir del oro del usuario final, posconsumidor y de inversión, y de productos que contienen oro, así como de restos y metales de desecho o materiales que surgen durante el refinamiento y la fabricación de productos.
Su objetivo es garantizar que el oro no esté asociado con ningún abuso de los derechos humanos o criminalidad. El estándar de Cadena de Vigilancia del RJC para metales preciosos proporciona evidencia sólida y auditada independientemente de que el oro se obtiene de manera responsable, mientras que el Código de Prácticas del grupo requiere que sus miembros apliquen una debida diligencia rigurosa a la cadena de suministro para detectar y mitigar riesgos, en especial los relacionados con los derechos humanos, asegura Van der Veken.
La aplicación de estos estándares y políticas es fundamental para garantizar que las prácticas responsables estén integradas en todo el sector, señala.
“La sostenibilidad es un concepto complejo”, dice Van der Veken. “Para los millones de mineros de oro y sus familias en todo el mundo, la sostenibilidad significa los ingresos que obtienen de la minería. Es literalmente su medio de vida, su ropa y la educación para sus hijos, así como la comida en la mesa. Algunos de los mineros provienen de los países más pobres del mundo, y la minería es a menudo una de las pocas ocupaciones disponibles, sobre todo en áreas rurales remotas”.
Por lo tanto, el oro nuevo y el oro reciclado no deben valorarse de manera diferente, y deben evitarse las críticas moralistas, ya que pueden tener consecuencias negativas no deseadas para las comunidades mineras, según Van der Veken. “El oro reciclado no es moralmente diferente ni más ‘sostenible’ que el oro nuevo”, agrega. “Y, por supuesto, el oro nuevo de hoy es el oro reciclado de mañana”.
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