Plantación de soya en el centro de Brasil. Imagen de Wenderson Araujo/Trilux.

“Agrosuicidio”: la producción de granos en Brasil depende de acabar con la deforestación | Nuevos estudios

Científicos advierten sobre un “agrosuicidio” y recomiendan una nueva moratoria como respuesta
23 septiembre 2021

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  • Estudios científicos recientes confirman lo que los agricultores brasileños ya sienten en la práctica: la producción descontrolada de productos agrícolas está destruyendo la productividad y los beneficios de la propia agroindustria, un ciclo que los investigadores llaman “agrosuicidio”.
  • Regiones como el sur de la Amazonía y Matopiba (la zona fronteriza entre los estados brasileños de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía) en la sabana del Cerrado son las más afectadas por la falta de lluvias, lluvias prolongadas y olas de calor extremo.
  • Aunque sombrío, el panorama todavía puede revertirse; una recomendación del estudio es adoptar una moratoria sobre la soya en el Cerrado, inspirada por la Moratoria de la Soya del Amazonas.

Por Maurício Angelo

Esta historia fue producida en colaboración con Mongabay para crear conciencia sobre los temas relevantes a la Conferencia Digital del Global Landscapes Forum GLF Amazonía: Punto de Inflexión (21-23 de septiembre, 2021).

Una serie de estudios científicos recientes ha demostrado metodológicamente lo que los agricultores ya están experimentando: para garantizar la producción de grano brasileño, la deforestación tiene que terminar.

Este es el caso de la soya. Brasil es el mayor productor mundial de este cultivo oleaginoso, con 36 millones de hectáreas de tierra cultivada para la soya y 135 millones de toneladas producidas anualmente, lo que representa el 37 % del mercado mundial.

Sin embargo, la dramática expansión de la soya en las últimas dos décadas ha llevado a la deforestación del Cerrado, la sabana tropical de Brasil, y la selva amazónica. Y esta destrucción ha dejado claro que la supervivencia de la agroindustria depende de una mayor protección medioambiental, también en las políticas.

Los estudios “Conserving the Cerrado and Amazon biomes of Brazil protects the soy economy from damaging warming» (Conservar los biomas brasileños del Cerrado y la Amazonía protege la economía de la soya del calentamiento dañino), publicado en World Development, y “Deforestation reduces rainfall and agricultural revenues in the Brazilian Amazon” (La deforestación reduce las precipitaciones y los ingresos agrícolas en la Amazonía brasileña), publicado en Nature, son enfáticos respecto a este punto.

El calor excesivo y las sequías prolongadas, aceleradas por una deforestación sin precedentes, ya están afectando drásticamente la productividad de la agroindustria y los patrones de lluvia en regiones como el sur de la Amazonía y Matopiba (el área donde convergen los estados brasileños de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía) en el Cerrado.

Las pérdidas se acumulan: si se combinan las previsiones de los dos estudios, basadas en los modelos analíticos de datos de las últimas décadas y predicciones futuras, según cálculos conservadores, la agroindustria brasileña podría perder más de 4,5 mil millones de dólares al año.

En sus advertencias, los investigadores llaman a esto “agrosuicidio”, refiriéndose a la forma circular en la que la expansión desenfrenada y mal aconsejada de los productos agrícolas está destruyendo la productividad y los beneficios de la propia agroindustria.

Los investigadores dicen que no son solo los agricultores los que pagarán el precio de esta expansión —también lo hará la sociedad brasileña y, en última instancia, el mundo en general—. Los impactos inconmensurables se extenderán al cambio climático, la biodiversidad, las comunidades locales y los posibles recursos alternativos eliminados por la rápida desaparición de los biomas.

Los efectos irreversibles de semejante escenario podrían comprometer la ya escasa posibilidad de que el mundo pueda desacelerar el cambio climático, como se detalla en el último informe del IPCC, el cual se publicó a principios de agosto.

“La deforestación en la Amazonía y en el Cerrado tiene un efecto en el clima local que agrava aún más los efectos del cambio climático global sobre la agricultura de la región”, dice Gabriel Abrahão, investigador asociado con el Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático en Alemania que participó en los dos estudios.

Un campo de maíz es inspeccionado durante la Operación Shoyo Matopiba en abril de 2018, cuando el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) y el Ministerio Público Federal dieron alrededor de 100 millones de reales brasileños (19,2 millones de dólares) en multas por plantaciones ilegales de grano. Imagen de Vinícius Mendonça/IBAMA.
Un campo de maíz es inspeccionado durante la Operación Shoyo Matopiba en abril de 2018, cuando el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) y el Ministerio Público Federal dieron alrededor de 100 millones de reales brasileños (19,2 millones de dólares) en multas por plantaciones ilegales de grano. Imagen de Vinícius Mendonça/IBAMA.

El panorama para 2050 es sombrío, pero puede mitigarse

Si la deforestación continúa sin control, los efectos locales en el clima se combinarán con los cambios globales y empeorarán significativamente las predicciones de los investigadores y aumentarán las pérdidas financieras hasta 9 mil millones de dólares al año para 2050.

“Ya se ha demostrado que es posible expandir la producción agrícola para satisfacer las demandas de una población en crecimiento en las próximas décadas sin tener que deforestar una sola hectárea más, sino simplemente a través de la recuperación y mejora del uso de nuestros pastos ya existentes”, dice Abrahão.

Una ruta que los investigadores proponen es adoptar una moratoria de la soya en el Cerrado, inspirada en la muy debatida Moratoria de la Soya del Amazonas, implementada en 2006 para garantizar que la producción de soya solo tuviera lugar en tierras ya convertidas para la agricultura para reducir la deforestación.

Los grandes agricultores brasileños han rechazado vehementemente tanto las moratorias existentes como las potenciales, aunque las empresas europeas están presionando al negarse a comprar soya procedente de áreas deforestadas, en parte en respuesta a las desastrosas políticas ambientales de la administración de Jair Bolsonaro, la cuales cuentan con el apoyo del Frente Parlamentario Agropecuario (FPA), que tiene una mayoría en el Congreso brasileño.

Según Abrahão, la Moratoria de la Soya del Amazonas ha tenido mucho éxito y constituye un ejemplo a nivel mundial de política ambiental del sector privado. “No solo se debería extender al Cerrado, sino que algo similar también se debería implementar para la producción de carne de vacuno. Esto tendría un efecto enorme en la reducción de la deforestación en los dos biomas”.

En la actualidad, la soya representa el 49 % del área sembrada en Brasil y el 41% de los ingresos de la agroindustria. Los estudios confirman que preservar la Amazonía y el Cerrado es la mejor manera de asegurar la sostenibilidad de los cultivos ahora y en el medio y largo plazo.

Aunque objetivos como limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales y acabar con la deforestación parecen cada vez más inalcanzables, la investigación sostiene que tomar medidas para mitigar la catástrofe es mejor que no hacer nada.

“Puede que no quede suficiente tiempo para reducir la deforestación hasta el punto de preservar ciertas especies y prevenir daños importantes a la producción en ciertas regiones, pero menos siempre es mejor”, dice Abrahão. “Y revertir los impactos medioambientales es mucho más difícil y costoso que evitarlos”.

Cosecha de soya en el centro de Brasil. Imagen de Wenderson Araujo/Trilux.
Cosecha de soya en el centro de Brasil. Imagen de Wenderson Araujo/Trilux.

Mayores pérdidas para las cosechas duplicadas

El escenario podría volverse aún peor para los agricultores que usan sistemas que duplican las cosechas. En gran parte de Brasil, los agricultores aprovechan la larga temporada de lluvias para plantar dos cosechas en el mismo año, como soya y luego maíz. Sin embargo, el cambio climático global y la deforestación han acortado la temporada de lluvias en regiones clave de cultivo como Matopiba y las partes orientales del estado de Mato Grosso.

Esto podría obligar a estos agricultores a abandonar sus sistemas altamente rentables y plantar solo una cosecha al año, lo cual podría significar la pérdida de casi la mitad de sus ingresos.

“Ya hay informes de agricultores que tienen dificultades para mantener estos sistemas debido al retraso en el inicio de las lluvias”, enfatiza Abrahão. “Con la deforestación descontrolada y las emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que estos sistemas se vuelvan inviables cada vez en más lugares en las próximas décadas, empezando por la zona fronteriza donde convergen los estados de Mato Grosso, Goiás y Maranhão”.

Este es el caso de Cássio Sitta, un agricultor de 34 años, que tiene una granja de 4200 hectáreas en Rio Verde, Goiás, donde produce soya, maíz, algodón y alubias. Sitta forma parte de una nueva generación de agricultores más preocupados por reducir los efectos del cambio climático, y recuerda por sus propios recuerdos de infancia y por las historias de su padre, quien se trasladó a la región en la década de los 80, que los actuales cambios en los patrones de lluvia han sido considerables. Los agricultores en su región dependen de la lluvia, dice, ya que el uso del riego no es habitual.

“Teníamos períodos de lluvia más largos”, dice Sitta, quien tiene un máster en producción vegetal de la Universidad de Rio Verde. “Solía llover todos los días durante semanas, en gran cantidad, y eso ya no ocurre”.

Este año las lluvias llegaron muy tarde y afectaron la plantación de cultivos. La combinación de los períodos de calor extremo y las sequías prolongadas resulta en una pérdida de productividad. Sitta estima que la producción de maíz es entre el 30 y el 40 % más baja de lo normal, la producción de alubias es hasta un 50 % más baja y la soya también se ha visto afectada, pero menos.

“En efecto, debemos preocuparnos por el cambio climático y buscar soluciones”, concluye Sitta.

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