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Las tres de la mañana es la hora a la que muchos indígenas kichwas se despiertan para sentarse juntos en la Amazonía ecuatoriana y compartir tabaco y otras hierbas antes de dirigirse a sus chacras (campos agrícolas) a comenzar el día. Es en este momento, poco antes de que llegue la luz, cuando sus historias ancestrales son narradas y vueltas a narrar, para garantizar que la información que contienen sobrevivirá para las generaciones futuras.
Los kichwas, al igual que muchos otros grupos indígenas de la Amazonía, están atrapados en medio de las realidades del pasado y del presente. Por un lado, reciben la migración inversa proveniente de las ciudades, conformada por antiguos miembros de la comunidad y otros habitantes de las zonas urbanas que regresan a sus sistemas alimentarios y prácticas curativas tradicionales; por el otro, los ancianos kiwchas, que en generaciones pasadas vivían hasta superar los 100 años, ahora mueren a menudo antes de cumplir los 70. Y si bien “queremos fortalecer la economía, [también] queremos promover la industria”, dijo Dary Aguinda, presidenta de la asociación de mujeres kichwas Amukina, cuyas frutas y verduras orgánicas a menudo son subvaloradas en los mercados en comparación con productos más grandes obtenidos mediante el uso de pesticidas.
Se puede decir que la realidad que describe Aguinda es un reflejo de la del bioma amazónico en su conjunto: un lugar que se encuentra en la trepidante agonía de la transición, luchando por aferrarse a la salud de su pasado mientras navega hacia un futuro que exige —y desea— rentabilidad económica, e intenta alisar todas las arrugas ocasionadas por su integración en los sistemas globales.
¿Es posible preservar la identidad ecológica y cultural de este preciado bioma y, al mismo tiempo, llevarlo hacia un mundo que exige cada vez más sus recursos?
Durante tres días, GLF Amazonía: Punto de inflexión —una conferencia en línea de presentaciones y discusiones científicas, políticas y culturales de casi 280 oradores— buscó identificar soluciones para resolver este desafío dicotómico. En los primeros dos días, se identificaron una serie de tácticas de este tipo: mapeo local y satelital, acceso a tecnología e internet, agroforestería, inclusión de pequeños agricultores en políticas libres de deforestación, capacitación de bomberos locales, mayor inversión y financiamiento privados, y muchas más. (Lea los resúmenes de los dos primeros días de la conferencia aquí y aquí).
Pero en el día de culminación del evento se dio un salto hacia una “solución” general, o, más bien, la base que debe existir para asegurar la supervivencia del bosque húmedo tropical más grande del mundo: un liderazgo mejorado y una mayor voluntad política en todos los niveles, que pongan la vida de la Amazonía y de sus habitantes indígenas en primera línea en las políticas aplicables.
“Existe una necesidad urgente de que los tomadores de decisiones a nivel mundial, y en especial en la región, tomen medidas inmediatas para evitar la deforestación, particularmente en áreas que ya están alcanzando puntos de inflexión”, dijo Carlos Nobre, codirector del Panel Científico para la Amazonía de la ONU y uno de los mayores expertos en el bioma.
“La Amazonía está experimentando cambios irreversibles [que la están llevando] hacia estados degradados de vegetación y de configuración de los paisaje, lo que pone en riesgo los servicios esenciales que brinda a la población local, regional y mundial”.
En una breve intervención en la que resumió el estado del bioma, Nobre, quien acuñó el concepto del “punto de inflexión” de la Amazonía hace varias décadas, señaló los muchos cambios que ya se están produciendo: estaciones secas de tres a cuatro semanas más prolongadas que en la década de 1980, temperaturas de 2 a 3 grados más cálidas en promedio, disminución de las precipitaciones, una marcada reducción en la evapotranspiración y el reciclaje de agua y, lo más preocupante, las áreas degradadas ahora emiten más carbono que el que capturan.
Según Nobre, si el bioma amazónico alcanza de manera colectiva su punto de inflexión, es decir, el punto en el que se secará hasta convertirse en un ecosistema similar a un pastizal, solo el 30 por ciento del bosque permanecerá, debido a las lluvias que caen de los Andes. Sin embargo, esta pérdida del 60 al 70 por ciento del bioma resultaría en la liberación a la atmósfera de más de 250 000 millones de toneladas de carbono, acelerando el cambio climático y una serie de otras catástrofes ecológicas en todo el mundo, incluido un incremento en el número de enfermedades infecciosas emergentes como la COVID-19. “La situación parece ser grave”, advirtió.
Además de hacer un llamado a un mayor liderazgo, destacó que los paradigmas de desarrollo existentes deben ser reconfigurados para causar menos daño ambiental, y que el conocimiento indígena y local sobre cómo utilizar los sistemas agrícolas, acuáticos y agroforestales de la Amazonía debe respaldar estos cambios de paradigma.
A nivel mundial, los pueblos indígenas reciben menos del 1 por ciento de toda la ayuda para la mitigación del clima, a pesar de que son los guardianes del 80 por ciento de la biodiversidad forestal que queda en el mundo.
Ruben Lubowski, economista jefe de recursos naturales del Fondo de Defensa Ambiental (EDF), se refirió también a cómo un cambio de políticas exitoso depende de la inclusión de los pueblos indígenas, durante su intervención en el lanzamiento del Green Gigaton Challenge (Desafío de la Gigatonelada Verde), una nueva iniciativa que tiene como objetivo movilizar financiamiento para apoyar la reducción de una gigatonelada de emisiones anualmente, hasta el año 2025, mediante la conservación y restauración de bosques.
Lubowski dijo que, entre 2004 y 2012, la producción de productos básicos agrícolas en la Amazonía aumentó, pero, a pesar de ello, la conservación del bioma mejoró, lo que demuestra que el desarrollo puede darse de una manera segura si se cuenta con las políticas adecuadas. Pero en los años posteriores, cuando empezaron a ocurrir cambios políticos y retrocesos en la aplicación de la ley y el financiamiento, toda continuación del proceso de reducción de emisiones quedó ligada al establecimiento de áreas protegidas y territorios indígenas, que actualmente cubren alrededor del 45 por ciento de la Amazonía.
“Cuando se habla de escala, el tema realmente importante es que estamos impulsando un cambio a un nivel sistémico y holístico”, dijo Lubowski. “Gran parte de la perdurabilidad [de la conservación] es testimonio del papel de los pueblos indígenas en la protección de sus tierras frente a desafíos enormes, en especial en los últimos años, durante la Administración de Bolsonaro”.
“La protección de los bosques va de la mano de las políticas, y en especial de políticas para salvaguardar los derechos de grupos vulnerables como las comunidades indígenas”, dijo María Victoria Suárez Dávalos, oficial del programa REDD+ del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que colidera el Green Gigaton Challenge. Dijo que estos derechos abarcan desde los derechos a la tierra y la tenencia hasta el derecho a la participación, los derechos financieros y el derecho más básico de todos, a tener una voz.
Sin embargo, actualmente la legislación se está moviendo en la dirección opuesta, y el robo de tierras y la deforestación de territorios indígenas van en aumento. Selma Dealdina, directora ejecutiva de la Coordinación Nacional de Articulación de las Comunidades Negras Rurales Quilombolas (CONAQ), describió cómo los proyectos mineros en el estado brasileño de Pará ha puesto a 800 familias en riesgo de ser expulsadas de sus tierras, lo que ilustra el “estado de guerra” que ha declarado el Gobierno brasileño contra los pueblos indígenas. A nivel mundial, el 40 por ciento de las muertes de defensores del medio ambiente corresponden a indígenas.
“El racismo institucional y estructural excluye a los pueblos indígenas y afrodescendientes de los procesos para que no podamos quedarnos en nuestros territorios, que hemos ocupado desde hace muchísimo tiempo”, dijo Dealdina. “Tratamos de preservarlos para que el agua no se contamine y los árboles no sean talados, la protección de la tierra continúa”.
“No se puede hacer minería sin destruir la tierra”, dijo Manuel Pulgar Vidal, exministro del Ambiente del Perú. “[Ello] Ha creado graves heridas en la Amazonía”.
El último día del evento también se llevó a cabo el lanzamiento de una declaración titulada “¡Protejamos la Amazonía! La vida es una y está en nuestras manos”, preparada por líderes y organizaciones indígenas como un llamado conjunto para que los líderes de todo el mundo tomen medidas para abordar la urgente necesidad de proteger la Amazonía y sus tierras indígenas. La declaración, que será llevada a la COP26, pide adoptar las siguientes ocho medidas:
Los líderes políticos que hablaron el último día hicieron repetidos llamados sobre la necesidad de contar con nuevos modelos económicos (economías circulares, bioeconomías, transiciones a energía renovable, ecoturismo) para poner al bioma en camino hacia la supervivencia en lugar de hacia la destrucción.
“Todos los gobiernos amazónicos tienen un gran desafío para lograr la transición hacia una producción y consumo sostenibles”, dijo Luis Hidalgo Okimura, gobernador de la región peruana de Madre de Dios. “[Esta] Se basa en un concepto que combina la producción agrícola sostenible y económicamente viable con una mejor preservación del bosque, para facilitar un desarrollo sostenible que mejore los medios de vida de la población y también la protección del medio ambiente”.
“La Amazonía requiere de un modelo que asuma que el bosque húmedo será saludable y fuerte y se mantendrá en pie, y que se respetarán los derechos de los pueblos que lo habitan”, resumió Marina Silva, exministra de Medio Ambiente de Brasil.
Silva clasificó las iniciativas que se necesitan para lograr dicho modelo en tres grupos: mando y control para combatir las actividades ilegales y la explotación en la Amazonía; regulaciones territoriales que protejan la Amazonía de la deforestación y permitan la demarcación de las tierras indígenas; y acciones que apoyen una buena formulación de políticas, como las de organismos técnicos y científicos como el Panel Científico para la Amazonía de la ONU, codirigido por Carlos Nobre.“Es momento de repensar en cómo trabajar de una manera distinta para desarrollar técnicas basadas en lo que la naturaleza nos ha enseñado”, dijo Benki Piyãko, líder de los pueblos asháninkas. “Como pueblos indígenas […] hemos comprobado que sin la tierra no somos nada, sin el conocimiento no somos nada”.
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El tercer día de la conferencia digital GLF Amazonía destaca la necesidad de vincular los sistemas ecológicos y sociales de la Amazonía en las políticas.
Un vistazo a algunas cifras clave de la conferencia digital del Global Landscape Forum sobre el bioma amazónico.