“En 2019, casi el 90 % de las muertes de defensores del medio ambiente en Brasil ocurrieron en la Amazonía. En menos de un año, mi propio pueblo, los guajajaras, aquí en Maranhão, perdió a cinco guardianes de los bosques, todos ellos asesinados”.
Estas son las duras palabras pronunciadas por la líder indígena brasileña Sônia Guajajara al recibir el Premio Letelier-Moffitt de Derechos Humanos en 2020 en nombre de la Asociación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), que dirige. La APIB, considerada la organización paraguas más grande que representa a las tribus indígenas de Brasil y sus 900 000 habitantes, recibió el premio en reconocimiento por su activismo contra las corporaciones codiciosas y el régimen opresivo del gobierno de Bolsonaro, que están ocasionando la desaparición de ecosistemas de importancia crucial en Brasil y la muerte de sus guardianes nativos.
“Los territorios indígenas son los territorios más preservados, y no porque haya inversión pública”, dijo en un evento del Global Landscapes Forum en 2019. “Son preservados porque conservamos nuestra propia forma de vida, naturalmente. Y estamos pagando un precio muy alto por ello. Pagamos con la vida de nuestros líderes. Siguen siendo criminalizados, encarcelados y asesinados”.
Sônia misma ha sido a menudo objeto de tales ataques. A finales de enero de este año, cuando fue una de las primeras mujeres indígenas en recibir la vacuna contra el COVID-19, se convirtió en blanco inmediato de las redes sociales que informaban, falsamente, que estaba agonizante, en un intento de disuadir a otros pueblos indígenas de vacunarse. Como respuesta, lanzó una campaña en la que instaba a todos los indígenas a recibir la vacuna.
Sus oponentes son implacables, pero también lo es su determinación de superarlos y llevar la voz de los pueblos indígenas a la primera prioridad de las agendas globales. Con regularidad aboga por los derechos indígenas en las convenciones de la ONU y, en 2018, se convirtió en la primera persona indígena en postularse para un cargo ejecutivo federal en Brasil cuando fue compañera de fórmula para la vicepresidencia del candidato Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad de Brasil.
Sônia a menudo aparece con la cara pintada artísticamente y con animados tocados decorativos, pero va más allá de ser una representante para convertirse en un emblema, una manifestación de las muchas culturas, creencias y linajes que defiende. Su trabajo proviene de su alma, y su alma es la de una guerrera.
“La gente siempre se ha reinventado. Pero con cada política adoptada por el gobierno [de Bolsonaro], también reinventamos nuestras estrategias de lucha… La lucha por la Madre Tierra es la más importante de todas”.