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Por Jack Durrell, colaborador habitual de Landscape News.
Un trabajo académico publicado en 2015 vinculaba controversialmente la guerra civil en Siria con la severa sequía y la degradación de tierras entre 2007-2010. También sugería que el consiguiente desempleo, la inseguridad económica y la migración rural-urbana precipitaron el descontento e inestabilidad que se produjeron.
El estudio concitó gran interés y cambió el discurso sobre la “crisis migratoria” que envolvía a Europa, acentuando el énfasis en la migración inducida por el clima y los “refugiados climáticos”. El caso de Siria fue visto cada vez más como un presagio de futuras crisis: condiciones medioambientales en deterioro que conducen a la inseguridad y al desplazamiento masivo.
Sin embargo, esta situación y el concepto real de los refugiados por el clima o por el medio ambiente han sido cuestionados por expertos en migración destacados. Ellos afirman que la migración es un fenómeno producido por varias causas y que atribuir los desplazamientos a un solo factor específico es verdaderamente difícil.
Mientras que los factores ambientales como la sequía y la degradación pueden influir en los flujos migratorios, centrar la atención en la migración medioambiental puede pasar por alto elementos políticos y socio-económicos más importantes. En el caso de Siria, por ejemplo, la persecución, la violencia y la lucha por la libertad política.
Un énfasis exagerado sobre los factores medioambientales podría ignorar también una larga historia de desplazamientos entre las poblaciones afectadas y dejar de lado el hecho de que las decisiones para migrar frecuentemente están determinadas por características personales o del hogar, por el costo y la cercanía de redes de migración.
CONDICIONES MEDIOAMBIENTALES EN DETERIORO
Se dice y se concuerda generalmente en que los factores ambientales se volverán más importantes en el futuro a medida que se intensifique el cambio climático. La Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), estima que unos 135 millones de personas podrían ser desplazadas para 2045 a consecuencia de la desertificación y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advierte que un número creciente de personas podría ser forzado a abandonar zonas vulnerables al clima o a escapar de eventos climáticos extremos, así como de conflictos originados debido a la competencia por recursos cada vez más escasos.
Las tierras áridas son especialmente vulnerables. Estas regiones marginadas, incluyendo el Medio Oriente, el norte de África y el Sahel africano, se extienden sobre el 41% de la superficie terrestre y son el hogar de un estimado de dos billones de personas. Estas zonas se encuentran en primera línea para el cambio climático- pues ya son calurosas y secas- y se espera que se vuelvan significativamente más calurosas y secas en el curso de este siglo.
Ellas son propensas a la sequía, la degradación y la desertificación, con la consecuente amenaza para la viabilidad de los ecosistemas, los sistemas de producción agrícola y la seguridad alimentaria. Una creciente pobreza y competencia por los recursos podría llevar a mayores disturbios en regiones que ya están experimentando inestabilidad y desplazamiento
INVERTIR EN ADAPTACIÓN
¿Podemos prevenir la migración producida por el clima? Una respuesta lógica sugiere que invertir en la adaptación de las comunidades rurales que se ubican en áreas vulnerables al clima ayudaría a mantener sus formas de vida y a reducir el incentivo para migrar. Este enfoque se refleja en el estudio de la ONU: Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular que se publicó el año pasado.
Este pacto, que es un marco jurídico no vinculante, establece que los países miembros se comprometerán con la creación de “condiciones políticas, productivas, económicas, sociales y medioambientales propicias para que las personas lleven vidas pacíficas, productivas y sostenibles en sus países de origen y para que cumplan sus aspiraciones personales, a la vez que aseguren que la desesperación y los contextos en deterioro no las obliguen a buscar medios de vida en otros lugares por medio de la migración irregular”.
La “crisis migratoria” en Europa también ha impulsado a los responsables europeos de las políticas a promover el desarrollo como una forma de enfrentar las causas fundamentales de la migración. Por ejemplo, el Fondo Fiduciario de Emergencia de la Unión Europea para África ha comprometido unos 3.3 billones de dólares para crear oportunidades económicas y brindar a la gente incentivos para permanecer en sus comunidades y países de origen.
Sin embargo, el hecho de apuntar al desarrollo para enfrentar las causas principales de la migración ha sido percibido con cierto escepticismo. Debido a que el impacto suele ser muy contextual, la evidencia disponible es contradictoria con frecuencia y no existe información para demostrar que el desarrollo y los organismos de ayuda abordan efectivamente los sectores o las comunidades sensibles a la migración.
La ayuda para el desarrollo también necesitaría operar a escalas sumamente diferentes. En un reciente resumen de políticas, Michael Clemens y Hannah Postel del Centro para el Desarrollo Mundial, sugieren que “la ayuda debería actuar de formas sin precedentes, a niveles de financiamiento mucho más altos y por generaciones para afectar las causas de la migración de manera suficiente”.
En efecto, ellos sostienen que la evidencia disponible sugiere que el desarrollo podría más bien animar la migración al elevar las aspiraciones y brindar recursos económicos para financiar los viajes migratorios.
EVITAR EL DESPLAZAMIENTO INVOLUNTARIO
Quizás, limitar el desplazamiento involuntario sea un objetivo más práctico. Un paso inicial tendría que incluir la mejora de la calidad y cantidad de la información relevante referida a la migración para perfeccionar la compresión de la migración relacionada al clima y colaborar en la definición de políticas e inversiones apropiadas que apunten a los sectores y a las comunidades sensibles a ella.
Las respuestas proactivas a los desafíos medioambientales como la sequía podrían incluir sistemas de alerta temprana capaces de facilitar reacciones estratégicas y focalizadas que intervengan para brindar ayuda donde sea más necesario. La reforestación también podría ser de ayuda. La Gran Muralla Verde , una iniciativa que se extiende dentro de 8,000 km en el Sahel africano, está ayudando a mejorar el estado del suelo, dar más fertilidad y revertir la desertificación en una región que tiende a la emigración.
Las inversiones adicionales en agricultura “inteligente” respecto al clima están recibiendo prioridad. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ve prometedoras las actividades no agrícolas y las prácticas agrícolas sostenibles que limitan el impacto del cambio climático, aumentan la productividad y protegen los recursos naturales.
Según la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación, la intensificación sostenible de la producción alimentaria evitaría la expansión de cultivos, la deforestación y la desertificación. Comprometerse a realizar estas inversiones ahora podría ayudar a evitar los desplazamientos masivos y la catástrofe en el futuro.
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